1 Juan 2:15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
Los creyentes genuinos aman a Dios y rechazan el mundo y sus filosofías.
Como “dios de este mundo” (2 Cor 4:4), Satanás ha diseñado un sistema que la Biblia le llama simplemente “el mundo”. El término griego (Kosmos) se refiere a un sistema que abarca falsa religión, filosofía errante, crimen, inmoralidad, materialismo y similares. De ello el apóstol Juan escribió: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1Juan 2:16-17) Mientras el mundo y sus preocupaciones carnales son realidades temporales, el verdadero creyente tiene vida eterna y permanecerá por siempre.
Cuando alguien se vuelve cristiano adquiere un nuevo conjunto de metas y motivaciones, el mundo y sus deseos ya no lo atraen sino que los rechaza. Él ya no ama al “mundo ni las cosas del mundo” (v15) En ocasiones puede ser atraído por actividades mundanas, pero no hace lo que ama sino lo que odia (Rom 7:15) Eso es porque la nueva vida en Cristo le da al creyente: amor por Dios y por las cosas de Dios.
Jesús dijo que aquellos que le siguen no son del mundo al igual que Él no era del mundo. Todavía nos movemos en él para hacer Su voluntad, pero no somos de él. Es por ello que Jesús específicamente le pidió al Padre que nos guardara del mal (Juan 17:14-16) somos vulnerables ser succionados por el sistema malvado del mundo de vez en cuando, pero nuestro amor es hacia Dios. Ese amor es el que redirige nuestro enfoque hacia las prioridades celestiales.
¿Rechazas al mundo y a sus religiones falsas, ideologías e intereses sin Dios? En cambio ¿Amas a Dios, Su verdad, Su reino y todo por lo que representa? Si rechazas el mundo y sus deseos diabólicos, esa es una fuerte indicación de que tienes nueva vida en Cristo.
Por John MacArthur