1 Ped 4:12 Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese
Podemos estar seguros del amor de Dios para nosotros, sin importar cuán inesperado o difícil pueda ser cualquier prueba.
Las palabras tranquilizadoras son vitales cuando luchamos con hacerles frente, de una manera piadosa, a las pruebas y sufrimientos en nuestras vidas cristianas. En el verso de hoy, Pedro abre con un término pastoral: “amados” que transmite ternura, amor y preocupación por su audiencia. En una sola palabra consolida los conceptos de amor ferviente de unos por otros y el amor que cubre pecados (1 Ped 4:8). Tal amor es una bienvenida realidad para recargarse cada vez que cualquiera esté experimentando sufrimiento o persecución.
Las pruebas pueden tentarnos fácilmente a desanimarnos y a dudar del amor de Dios. Probablemente eso les estaba pasando a los creyentes en el tiempo de Pedro. Por ejemplo, el emperador Nerón cubrió a muchos, incluyendo niños, con brea y los usó como antorchas humanas. Con tal persecución cruel sucediendo, podemos ver por qué Pedro escribe a los cristianos (que nos incluye) para afirmarlos en el amor de Dios.
La expresión de Pedro de “fuego de prueba” que se puede referir a diferentes tipos de dificultades, nos da seguridad de que los problemas y las pruebas vienen con un propósito. En la traducción griega del Antiguo Testamento, “fuego” se refería a un horno de fundición que refina los metales de los elementos extraños no deseados. Ese proceso se representa en versos tales como Salmo 66:10 “Porque tú nos probaste, oh Dios; nos ensayaste como se afina la plata” Por lo que el “fuego de prueba” representa los diferentes sufrimientos que Dios permite en nuestra vida para purificarnos.
Pedro cierra asegurándonos que las pruebas no son fuera de lo común o “alguna cosa extraña” No debemos sorprendernos de ellas como si fuera algo extraño que nos sucediera por casualidad. Las pruebas, por lo tanto, deben ser vistas como parte de la vida. Quizá nos tomen por sorpresa en un principio, pero podemos tratar confiadamente con ellas sabiendo que el cuidado amoroso de Dios por nosotros nunca falla.
Por John MacArthur