Rom 12:19 No os venguéis vosotros mimos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré dice el Señor.
El perdón no significa que debes tolerar el pecado. Isabel, una esposa y madre joven que atendió a una de mis conferencias, me habló de su decisión de perdonar a su madre por continuamente manipularla. Pero Isabel continuó, con lágrimas en los ojos, “ella sigue siendo igual. ¿Se supone que debo permitirle arruinar mi vida?”
No, perdonar a alguien no significa que debes dejarte pisotear por su pecado continuo. Animé a Isabel a confrontar a su madre amorosamente, pero firmemente, y que le dijera que ya no toleraría esa manipulación destructiva. Está bien perdonar a otros los pecados pasados y al mismo tiempo tomar una posición firme en contra de futuros pecados. Perdonar no es una actividad co-dependiente.
El perdón no exige venganza o el reembolso de las ofensas sufridas. “¿Quieres decir que se supone que se salgan con la suya?” podrías decir. Sí, los dejas libres, dándote cuenta de que no están libres de Dios. Quizá te puedes sentir con ganas de ejecutar la justicia, pero no eres un juez imparcial. Dios es el Juez justo quien hará todo bien (Rom 12:19) Tu trabajo es extender la misericordia del perdón y dejar el juicio a Dios.
El perdón es aceptar vivir con las consecuencias del pecado de otra persona. Supongamos que alguien en tu iglesia te dice: “he chismeado de ti ¿me perdonas?” No puedes retraer el chisme, es como querer meter la pasta de dientes nuevamente en el tubo. Vas a vivir con el chisme que esta persona difundió sin importar cómo respondes ante el chismoso.
Todos estamos viviendo con las consecuencias del pecado de otra persona: Adán. La única opción que tenemos en el asunto es vivir atados a la amargura o en la libertad del perdón.
Por Neil Anderson
ORACIÓN
Padre celestial, cedo mi derecho de buscar venganza y de guardar resentimiento, quiero disfrutar de la libertad que viene de perdonar a otros, en el nombre de Jesús, amén.