BRASIL.- En las elecciones a la presidencia de Brasil, los votantes evangélicos tendrán un gran impacto. Podrían inclinar la balanza gracias a que cada vez son más, a su presencia en zonas remotas y vecindarios pobres y a su músculo organizativo, especialmente desde que se prohibió que las empresas hagan contribuciones directas a los candidatos luego de un gran escándalo de corrupción que sacudió el país.
Los intentos para atraer a los evangélicos son evidentes en la campaña para los comicios del 7 de octubre.
En las últimas semanas, uno de los principales candidatos lloró al recibir la bendición en un culto en una iglesia evangélica, otra prometió no realizar cambios en la prohibición del aborto y un tercero mantuvo reuniones con varios de los pastores más influyentes de Sao Paulo, el estado más rico y populista del país.
“El voto evangélico es muy orgánico porque los pastores y obispos tienen una relación con sus seguidores que influye en cómo votan”, señaló Antonio Lavareda, autos de varios libros sobre política brasileña. “Es lo contrario a la Iglesia Católica donde, a pesar de tener más fieles, los sacerdotes tienen una influencia menos directa”.
Los evangélicos tienen ya una gran influencia en la política nacional. El llamado “bloque evangélico” del Congreso cuenta con 87 diputados y tres senadores, el equivalente a casi el 15% de todos los legisladores federales.
Sus votos fueron decisivos en el juicio político y posterior destitución de la expresidenta Dilma Rousseff en 2016 por gestionar ilegalmente el presupuesto federal. Joao Campos, un congresista y pastor que ayudó a liderar el bloque, dijo entonces que oponerse a Rousseff era una forma de defender a los pobres que habían perdido sus empleos a raíz de los escándalos por los sobornos que las constructoras pagaban a los políticos.
En Río de Janeiro, el electorado evangélico ayudó a llevar a Marcelo Crivella, obispo en la Iglesia Universal del Reino de Dios, a la alcaldía de la ciudad más famosa del país en 2016.
Brasil, una nación profundamente religiosa que es ligeramente mayor que el territorio continental estadounidense, tiene la mayor población católica del mundo con unos 123 millones de fieles, según el último censo de 2010. Pero los evangélicos están creciendo y ya superan los 42 millones, o el 20% de la población total del país.
Y hay poca comparación posible cuando se habla de activismo político. Mientras que el Vaticano ve con malos ojos que el clero se postule a cargos públicos, muchos líderes evangélicos sí entran en política.
La influencia de los evangélicos se extiende a los medios. Edir Macedo, el fundador de la iglesia de Crivella, es el dueño de Record TV, una de las principales emisoras del país. Las iglesias evangélicas son también grandes compradoras de tiempo de emisión, por lo que a casi cualquier hora del día pueden verse programas religiosos en televisión.
Silas Malafaia, uno de los pastores más influyentes de Brasil, no se disculpa por intentar influir en los votos de los feligreses de sus más de 50 iglesias.
Durante una entrevista reciente con Associated Press, dijo con orgullo que había ayudado a elegir a 25 congresistas y cinco senadores. Su propio hermano es diputado estatal de Río de Janeiro.
“Ayudé a que candidatos salieran elegidos prestándoles mi imagen y mis palabras”, señaló Malafaia, quien tanto desde el pulpito como desde las redes sociales alega que los candidatos de tendencias izquierdistas promueven “basura moral” con posturas liberales sobre el matrimonio homosexual y el aborto.
Malafaia ha sido claro en su respaldo a Jair Bolsonaro, un congresista de ultraderecha y excapitán del ejército que prometió atajar la criminalidad y erradicar la corrupción política.
“En Brasil, necesitamos un macho como él”, apuntó Malafaia, añadiendo que Bolsonaro “defenderá todos los valores y principios de la familia cristiana”.
El pasado fin de semana, Malafaia visitó a Bolsonaro en el hospital donde el candidato se recupera tras ser apuñalado en un acto de campaña el 6 de septiembre.
“Dios en un experto en convertir el caos en bendición”, apuntó Malafaia en un video publicado en YouTube desde la habitación del candidato.
El mes pasado, Bolsonaro, quien es católico, lloró mientras recibía una bendición en una iglesia baptista en Río de Janeiro. Geraldo Alckmin, un exgobernador de Sao Paulo, también católico, fue el invitado especial durante una reunión de pastores celebrada el mes pasado en el estado. Marina Silva, exministra de Medio Ambiente que pertenece a una iglesia evangélica, prometió recientemente a fieles en Belo Horizonte, la tercera ciudad del país, que cualquier cambio en la ley del aborto se haría a través de un plebiscito y no del Congreso.
El voto evangélico podría ser más importante que en el pasado por la división del panorama electoral, con más de una docena de candidatos intentando hacerse un hueco.
Ahora que la candidatura del expresidente Luis Inácio Lula da Silva ha sido vetada formalmente por una condena de corrupción, Bolsonaro lidera las encuestas, aparentemente con la ayuda de sus partidarios evangélicos.
Aunque según las encuestas tendría aproximadamente el 26% del voto general, cuenta con el apoyo de un 33% de votantes que se identifican como evangélicos, según una consulta del instituto de investigación Ibope publicada el jueves.
El 10% de los evangélicos se decantaron por Alckmin y Marina Silva y el 7% favoreció a Ciro Gomes. Muy por detrás quedó Fernando Hadad, quien ocupó el puesto de Lula al frente de la candidatura del izquierdista Partido de los Trabajadores, aunque la encuesta se realizó antes de recibir el apoyo formal de Lula.
Para la consulta se entrevistaron a 2.002 personas entre el 8 y el 10 de septiembre y tuvo un margen de error de más menos dos puntos porcentuales.
Fuente: AP