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El concilio de Constanza de 1417 que quemó a Jan Hus en la hoguera, había suprimido el movimiento de reforma iniciado por John Wycliffe.
Un siglo después, un monje y profesor de la Universidad de Wittenberg, Martín Lutero, tomó la batuta de los reformadores.
En 1516, Alberto de Brandenburgo le pidió prestada una suma sustancial a los banqueros alemanes para comprarle al papa León X el arzobispado de Mainz, a pesar de tener ya otros dos obispados. Las dinastías poderosas tenía intereses creados para mantener a la Iglesia como un negocio familiar.
El arzobispado de Mainz haría de Alberto el primado de Alemania. Pero ocupar tres obispados era irregular. Se necesitaba mucho dinero, pero Alberto sabía que el papa lo necesitaba.
El papa autorizó a Alberto a vender indulgencias, que eran básicamente certificados de remisión de pecados, con el objetivo conseguir el dinero. La mitad del dinero iría al papa para reconstruir la catedral de San Pedro, y el resto a Alberto para pagar el dinero prestado para sobornar al papa.
Pero un desconocido monje llamado Martín Lutero había estado leyendo el Nuevo Testamento, en griego y latín, recientemente traducido por Erasmo. Con estas lecturas Lutero aprendió que Jesús ya había pagado el precio requerido para la salvación de la persona. Jesús era el cordero de Dios, sacrificado en la cruz como nuestro sustituto. Había llevado sobre él toda la pena de nuestro pecado. No había nada que los seres humanos pudieran pagar para comprar la salvación. Todo lo que teníamos que hacer era arrepentirnos de nuestros pecados y recibir por fe la dádiva de Dios.
Lutero se dio cuenta de que la venta de indulgencias era explotar a las masas en nombre de la religión. Como sacerdote, Lutero era responsable de educar a su rebaño y protegerlo de los lobos voraces. En este caso, los lobos resultaban ser sus superiores, a quienes había hecho el voto de obedecer. Pero también era profesor con ciertas libertades académicas; tenía el derecho de expresar sus opiniones para el escrutinio de sus colegas y estudiantes.(2)
El 31 de octubre de 1517, Lutero clavó sus famosas noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg. Era una apelación al debate académico. Decía Lutero que la iglesia estaba en un error y que vender las indulgencias era una explotación corrupta de las masas pobres. Su desafío fue tan sensacional, que de inmediato se empezaron a hacer muchas copias de las tesis.
En diciembre de 1520 se le preguntó a Lutero si estaba dispuesto a comparecer ante el emperador Carlos para ser juzgado por herejía. Jan Hus, el reformador checo, y otros de los predecesores de Lutero habían sido quemados en la hoguera a pesar de que la iglesia les aseguro salvoconducto. A Lutero no se le había dado tal seguridad, sin embargo aceptó asistir.
Felizmente, Federico, duque de Sajonia y protector de Lutero, obtuvo el salvoconducto.
Lutero enfrentó el juicio en la ciudad de Worms. Las autoridades intentaron intimidarlo para someterle, o eliminar la amenaza que representaba este pobre monje.
Lutero no estaba procurando ser un héroe. Estaba siendo obediente a su conciencia, de la que afirmaba que estaba cautiva a la palabra de Dios. El no sabía que estaba inaugurando una nueva era, desatando un movimiento de grandes dimensiones.
Así inició la Reforma Protestante. Una reforma de la que seguimos hablando 500 años después.