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Así se predicó el SERMÓN que encendió el GRAN DESPERTAR

Por: Mendoza Daniel
Fecha:  Domingo, 23 de febrero del 2020 ID: 201700003425

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Este famoso sermón tuvo un inicio, pero nunca se pudo concluir, por las reacciones que causó.

Jonathan Edwards había sido invitado a predicar a la iglesia de Enfield, una iglesia conocida por su frialdad espiritual y su resistencia al avivamiento, en un momento en el que Nueva Inglaterra estaba empezando a sentir un despertar espiritual que se conocería posteriormente como el Gran Despertar.

Sin proponérselo, la predicación de Edwards fue el golpe que aceleraría una renovación espiritual en medio de este movimiento único en la historia del cristianismo.

Pero Edwards nunca fue uno de esos predicadores con alta y fuerte voz, de hecho, su estilo de predicación era sencillo: voz débil y pocos gestos; simplemente leía desde un manuscrito que había memorizado.

Tampoco era la primera vez que Edwards predicaba este sermón, ya lo había hecho en su propia congregación en Northampton, Massachusetts, con un efecto desconocido.

Según la tradición, Edwards ni siquiera fue el predicador que debía exponer el sermón ese día. Él era un suplente.

Además de todo, el auditorio era difícil. Las personas que asistían al servicio no mostraban ningún interés en particular. No había un ambiente de expectativa ni de solemnidad, ni siquiera prestaban atención discreta o educada.

Pero entonces Edwards comenzó a predicar. No sabemos exactamente cómo lo hizo, no sabemos qué estilo utilizó, su tono exacto de voz o cualquier idea que tengamos de su técnica, sólo tenemos evidencias a partir de algunos informes de ese día.

En el desarrollo del sermón, Edwards empezó a acumular progresivamente ilustraciones sobre los horrores del infierno y la justicia de Dios, lo que empezó poco a poco a causar gritos de terror al escuchar la gráfica descripción de la condenación que experimentarían los malvados.

Edwards no pudo culminar su predicación aquel día. Los gritos de terror de las personas que lo escuchaban no lo dejaron concluir, mientras clamaban: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”. El plan de Edwards era finalizar su sermón mostrando el consuelo del evangelio. Irónicamente, sus oyentes no lo dejaron llegar a ese punto.

Con todo, este sermón, tal vez el más famoso en la historia de la iglesia, es usado como un supuesto ejemplo de la predicación terrorífica calvinista de El Gran Despertar, y como una muestra de la frialdad de Edwards casi al borde del sadismo en relación a la justicia de Dios. Pero es importante conocer el contexto, las predicaciones sobre el infierno eran muy comunes durante ese tiempo, así que lo que hizo que el sermón de Edwards fuera impactante no fue que predicara sobre el infierno, sino cómo predicaba sobre el infierno.

Edwards estaba más interesado en mostrar la Gloria de Dios y la necesidad del pecador de experimentar esa Gloria a través de Cristo. Es fácil darse cuenta de esto al estudiar la vida, la obra y el pensamiento de Edwards.

Este sermón ha sufrido constantes análisis por parte de lingüistas, psicólogos y expertos que lo han asociado con la física newtoniana con el prodigio de la narrativa y la elocuencia, y con la construcción lógica y rítmica de un discurso.

Este es un sermón típico del Gran Despertar, que enfatiza la enseñanza de que el infierno es real, un lugar que realmente existe. El sermón de Edwards continúa siendo el ejemplo principal de un sermón de que provoca un verdadero avivamiento y aún nos sigue retando y persuadiendo sobre nuestra realidad espiritual.



Este artículo está bajo una licencia de Creative Commons.

Isaías 30:26 (RVR 1960)

Y la luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol siete veces mayor, como la luz de siete días, el día que vendare Jehová la herida de su pueblo, y curare la llaga que él causó.


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