En 1569, las autoridades católicas ordenaron la captura de Dirk Willems, un cristiano que servía fielmente al Señor.
Al ver que sería capturado Dirk trató de cruzar un río congelado para tratar de escapar. Mientras su perseguidor corría trató de cruzar el río, el hielo se partió y cayó en el agua fría.
Dirk se dio cuenta de esto y pensando en que su perseguidor moriría congelado decide regresar y rescatarlo de la muerte.
Tal vez pensando en "…Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen". (Mateo 5:44)
El perseguidor, conmovido por esta demostración de amor, quiso dejarlo libre. Pero el oficial parado en la otra orilla del río le ordenó que capturara a Dirk.
Semanas después, Dirk fue quemado vivo en una ejecución lenta y dolorosa. Antes de morir, en un pueblo cercano, las personas escucharon exclamar más de setenta veces: ¡Oh, mi Señor, mi Dios!