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JONATHAN EDWARDS: Pastor y teólogo de EL GRAN DESPERTAR

Por: Mendoza Daniel
Fecha:  Miércoles, 06 de mayo del 2020 ID: 201700003694

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Jonathan Edwards nació en East Windsor, Connecticut, siendo el único hijo varón y el quinto de once hermanas.

A los 13 años de edad fue aceptado para ser estudiante de la Universidad de Yale, que entonces se llamada Escuela Colegiada.

Durante su etapa como estudiante se opuso a la tendencia entre los estudiantes de alejarse de la fe puritana de los fundadores de la Universidad y correr hacia un racionalismo elitista.

Pero nunca se comportó como un fanático. Estando en la Universidad, Edwards leyó ampliamente e interactuó con John Locke (1632-1704), Isaac Newton (1643-1727) y todo el movimiento de la Ilustración. Muchos de sus primeros escritos fueron sobre temas científicos.

En 1729, Edwards empezó oficialmente su ministerio como aprendiz de su abuelo materno, Solomon Stoddard en Northampton durante dos años antes de convertirse en el único predicador de la iglesia de Northampton, Massachusetts.

Cuando tenía 20 años, conoció a Sarah Pierrepont (1710-1758), una joven devota que inspiraría la vida espiritual del propio Edwards.

En 1734, la predicación de Edwards sobre la justificación por la fe provocó un renacimiento espiritual en su iglesia. En diciembre hubo seis conversiones repentinas. Para la primavera había alrededor de treinta a la semana.

Edwards mantuvo un cuidadoso relato escrito de sus observaciones y las documentó en sus diarios. También sus sermones más efectivos se publicaron posteriormente. Estos escritos se leyeron ampliamente en América e Inglaterra, también ayudaron a alimentar el Gran Despertar unos años más tarde, durante el cual miles fueron conmovidos por la predicación del británico George Whitefield (1714-1770).

Whitefield había leído los escritos de Edwards y se propuso visitarlo cuando viajara a las colonias de América. Edwards invitó a Whitefield a predicar en su iglesia. La predicación de Whitefield conmovió profundamente a Edwards, quien lloró durante todo el servicio, junto a gran parte de la congregación.

En 1741, durante el inicio de lo que posteriormente se conocería como el Gran Despertar, Edwards contribuyó quizás con el sermón más famoso de la historia de Estados Unidos, "Pecadores en las manos de un Dios airado".

Este sermón fue predicado en Enfield, Connecticut, en 1741. Aunque este sermón ha sido ampliamente reimpreso como un ejemplo de "fuego y azufre", esto no está en consonancia con el estilo de predicación real de Edward. Edwards no gritó ni habló en voz alta, sino que predicó en voz baja y sencilla.

Gracias a este sermón y a su rápida difusión, las iglesias, que en algunos casos habían sido frías y secas, se transformaron rápidamente en congregaciones apasionadas.

Pero no se puede acusar a Edwards de ser un emocionalista, todo lo contrario, sus sermones fueron altamente intelectuales y en ellos se tratan temas doctrinales y profundamente teológicos. La emoción era importante para Edwards, pero esa emoción y experiencias no debían opacar la necesidad de una doctrina recta y un culto racional.

Edwards consideraba que la conversión personal era crítica, por lo que insistió en que solo las personas que habían hecho una profesión de fe y que daban prueba de una experiencia real de conversión podían participar de la Cena del Señor. Esta posición estaba en contra de lo que su abuelo había practicado en la iglesia y desalentó a su congregación, que lo despidió en 1750.

Durante los siguientes años, Edwards fue un pastor misionero entre los nativos americanos en Stockbridge, Massachusetts, y escribió varios tratados teológicos. En ellos argumentó que somos libres de hacer lo que queramos, pero nunca querremos hacer la voluntad de Dios sin una visión de su naturaleza divina impartida por Su Espíritu.

Fascinado por la física newtoniana e ilustrado por las Escrituras, Edwards creía que la providencia de Dios era literalmente la fuerza vinculante de los átomos, que el universo colapsaría y desaparecería a menos que Dios mantuviera su existencia.

Durante toda su vida, Edwards mantuvo su hábito de levantarse a las 4:00 de la mañana y de estudiar 13 horas al día.



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Jeremías 33:3 (RVR 1960)

Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.


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