En el año 63 a.C. los romanos asumen el mando del reino de Judea. Sentida la administración romana como una ocupación militar y una explotación fiscal, en el año 66 d.C. empieza la primera rebelión judía. Massada, al oeste de Jerusalén, se convertirá en el último foco de resistencia hebrea.
La fortaleza de Massada, en la cima de un risco casi inaccesible, había sido construida por Herodes. La ciudadela contaba con almacenes, cisternas y diversos palacios. Las murallas que circundaban la cima facilitaban la resistencia ante cualquier ataque.
Hacia el año 70 d.C. comenzó el asedio de la X Legión romana y tropas auxiliares, con cerca de 15.000 hombres.
Ocho campamentos fueron levantados al pie de la montaña. El fastuoso despliegue romano impedía a los judíos rebeldes entrar o escapar de la montaña.
Los romanos emplearon catapultas y otras máquinas de asedio, castigando a los asediados desde un promontorio cercano. Para subir a la cima, construyeron una rampa de madera y barro, de 200 m de largo. Una vez concluida, los arietes se dispusieron a romper la muralla.
Finalmente en el año 73, cuando el muro defensivo comenzó a ser superado por los atacantes, la situación se tornó desesperada. Tras escalar las murallas, los romanos no hallaron sino cadáveres. Los 960 judíos supervivientes, hombres, mujeres y niños, decidieron incendiar los edificios y almacenes y matarse antes de someterse al enemigo. Sólo hubo siete supervivientes, dos mujeres y cinco niños. Massada, así, pasó a formar parte de los mitos de Tierra Santa y se convirtió en símbolo de la resistencia judía. --
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