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Cómo testificar de Cristo

Por: Mendoza Daniel
Cómo testificar de Cristo
Fecha: Lunes, 06 de febrero del 2017 ID: 201700000038

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Al comienzo de su ministerio, Jesús llamó a dos pescadores, Simón Pedro y su hermano Andrés, y les dijo: “Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19). A lo largo de los siglos, el mismo llamado se ha repetido a todos los que ponen su fe en Jesucristo. Hoy en día él hace llegar su salvación a los perdidos a través de testigos fieles como tú. El apóstol Pablo dijo que Dios “nos encargó que diéramos a conocer este mensaje”, y que, en consecuencia, “somos embajadores de Cristo” (2 Corintios 5:19-20).

Para ser testigo de Cristo, tu propia vida es un factor clave en tu testimonio. Puesto que eres una nueva creación, necesitas dar evidencias de tu nueva fe a través de tu conducta. Jesús dijo: “Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo” (Mateo 5:16). Quiere decir que tus hábitos y tu estilo de vida deben exaltar a Jesús y ser una inspiración para que otros le busquen. Esto no significa que debas ser perfecto antes de poder testificar. Con toda seguridad tropezarás repetidas veces antes de aprender a caminar. Pero, como aprendiste en la lección anterior, Dios está dispuesto a perdonar tus pecados y a encaminarte de nuevo.

Sin embargo, el vivir siendo un buen ejemplo no te hará, de por sí, un testigo eficaz. También necesitas un poder que está más allá de tu alcance. Esa es la obra del Espíritu Santo que vive dentro de todos los que creen en Cristo, los que lo han recibido en su corazón. La Biblia dice:

“Pero cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, recibiréis poder y saldréis a dar testimonio de mí en Jerusalén, en toda la región de Judea, en Samaria y hasta en las partes más lejanas de la tierra”. Hechos 1:8

Cuando tu vida está limpia y tú caminas bajo el control del Espíritu Santo, él puede testificar a través de ti. Leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles acerca de un hombre llamado Felipe y otros que fueron elegidos para desempeñar un servicio en la iglesia, porque los vieron “entendidos y llenos del Espíritu Santo” (Hechos 6:3).

Felipe estaba desarrollando un ministerio muy importante en Samaria (Hechos 8:4-13), cuando un ángel lo llamó para ir a Gaza (Hechos 8:26), donde un oficial etíope que volvía de Jerusalén iba leyendo el capítulo 53 de Isaías. Aplicando la sabiduría que Dios le había dado, y con el poder del Espíritu Santo, Felipe, “partiendo del pasaje de la Escritura que leía el etíope, le anunció la buena noticia acerca de Jesús(Hechos 8:35).

Tu vida es una parte fundamental de tu testimonio, y el Espíritu Santo es indispensable para testificar. Pero hay un tercer ingrediente sin el cual no puede haber un testimonio eficaz: la Palabra de Dios. En el testimonio de Felipe, Dios en su soberanía colocó las Escrituras apropiadas en las manos del etíope. La Biblia dice que “habéis vuelto a nacer… de la palabra de Dios, viva y permanente” (1 Pedro 1:23). Cuando la semilla, que es la Palabra de Dios, es sembrada en un corazón preparado, el fruto es un nuevo creyente en Cristo.

Ahora la pregunta es: ¿Cómo comienzo a testificar de Cristo? ¿Qué digo? En un primer momento siempre puedes hablar del cambio en tu propia vida. Hay un poder inmenso en un testimonio personal sencillo y honesto. También es útil tener una guía práctica para presentar las verdades del evangelio. Las siguientes ilustraciones del “Puente a la Vida” son una ayuda gráfica para presentar la brecha que produce el pecado y que separa a la humanidad pecadora de un Dios santo y sin pecado. En la segunda ilustración, la cruz de Cristo es el puente que debemos pasar para cruzar este abismo y poder volver a Dios.

Trazaremos cuatro “pasos” en el empleo de estas ilustraciones para testificar de Cristo. Pero antes revisemos las cuatro “verdades fundamentales” del trato de Dios con nosotros los seres humanos:

Verdad fundamental nº 1
El plan de Dios: paz y vida


Dios no nos creó como robots, sino como seres vivientes hechos a su propia imagen (Génesis 1:27). Nos creó con la capacidad de relacionarnos con él por medio de la inteligencia. Nos dio libre albedrío (posibilidad de elección), para que pudiésemos elegir entre amarlo y obedecerlo o no hacerlo. Así como los humanos podemos experimentar un amor profundo por otros seres humanos que tienen la libertad de aceptarnos o rechazarnos, nuestro Creador quería un ser que pudiera amarlo a él por encima del resto de su creación.

Cuando Dios terminó de crear el mundo, declaró “que todo lo que había hecho estaba muy bien” (Génesis 1:31), incluyendo a los seres humanos.



Verdad fundamental nº 2
Nuestro problema: la separación de Dios


Inmediatamente, Dios ofreció a los seres humanos que había creado la oportunidad de elegir obedecerle o no. Colocó a Adán y Eva en un hermoso jardín con una única limitación: podían comer del fruto de todos los árboles excepto uno; comer de ese árbol significaría la muerte espiritual y la separación de Dios (Génesis 2:16-17). Lamentablemente, Adán y Eva eligieron desobedecer a Dios (Génesis 3:6), y en consecuencia quedaron separados de él (Génesis 3:22-24). Esta separación existe aún hoy para todos aquellos que no tienen a Cristo como Señor y Salvador:

“Así pues, por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte pasó a todos porque todos pecaron”. Romanos 5:12

Aunque Adán y Eva cometieron el pecado “original” (el primero), la simple observación nos muestra que cada uno de los seres humanos que vivieron después de ellos fueron pecadores, como señala el versículo anterior.

Como resultado de este pecado universal, quedó establecido un abismo, una separación, entre Dios y los seres humanos, tal como vemos en la ilustración que sigue. (El relato bíblico del rico y Lázaro menciona esta “gran sima”. Ver Lucas 16:19-26). A lo largo de los siglos, los hombres han tratado de superar infructuosamente este abismo de diferentes maneras. Como se ve en la ilustración, han intentado superar el abismo a través de diferentes religiones, buenas obras, moralidad, e incluso a través de diferentes filosofías de vida:



Como veremos en el paso 3, existe un solo remedio para este problema de la separación:

Verdad fundamental nº 3
El remedio de Dios: la cruz


Jesucristo es la única respuesta a este problema de la separación entre los seres humanos y Dios. Cuando Jesús murió en la cruz y salió de la tumba resucitado, pagó la culpa de nuestro pecado y tendió un puente sobre el abismo entre nosotros y Dios. Su muerte y resurrección hacen posible una nueva vida para todos aquellos que creen en él. La Biblia dice:

“Porque no hay más que un Dios, y no hay más que un hombre que pueda llevar a todos los hombres a la unión con Dios: Cristo Jesús. Porque él se entregó a la muerte para pagar el precio de la salvación de todos”. 1 Timoteo 2:5-6

Cuando Jesús murió en la cruz hizo posible que el ser humano pecador pudiera reconciliarse con Dios. El apóstol Pedro dijo: “Porque Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. Él era inocente, pero sufrió por los malos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). Más allá de la opinión de algunos que dicen que hay muchas maneras de llegar a Dios, Jesús dijo:
Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre”. Juan 14:6

Es la fe en Jesucristo, y no el esfuerzo humano, lo que lleva a Dios. No hay nada que podamos hacer para ganarnos la salvación. Es por pura gracia, de principio a fin:

“Pues por la bondad de Dios habéis recibido la salvación por medio de la fe. No es esto algo que vosotros mismos hayáis conseguido, sino que os lo ha dado Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada”. Efesios 2:8-9

Sí, Dios ha provisto el único camino, pero nosotros debemos elegir. Esto nos lleva al paso 4, el paso vital de la fe:

Verdad fundamental nº 4
Nuestra respuesta: recibir a Cristo


Debemos llegar al punto en el que estemos dispuestos a reconocer: “Soy un pecador”. Luego debemos estar dispuestos a arrepentirnos, o sea, apartarnos de nuestros pecados. La Biblia dice: “Por eso, volveos a Dios y convertíos, para que él borre vuestros pecados” (Hechos 3:19). Arrepentirse significa cambiar de manera de pensar y cambiar la dirección de tu vida. Significa volverse a Jesucristo, la puerta de la vida eterna, la puerta a Dios y al cielo. Jesús dijo:

“Yo soy la puerta: el que por mí entra será salvo; entrará y saldrá, y encontrará pastos”. Juan 10:9


La puerta al perdón y a la salvación se abre a través de la cruz de Cristo. Por fe, debemos confiar en él y recibirlo como nuestro Señor y Salvador. Cuando lo hacemos, pasamos a ser hijos de Dios.

“Pero a quienes le recibieron y creyeron en él les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios”. Juan 1:12

Entonces, la vida eterna es una posesión inmediata:


“Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna”. Juan 3:16

Por fe cruzamos el puente y pasamos de la muerte a la vida eterna a través de la cruz.
Repasemos ahora los cuatro pasos en conjunto:

El plan de Dios..............................................Paz y vida
Nuestro problema...........................La separación de Dios
El remedio de Dios.............................................La cruz
Nuestra respuesta....................................Recibir a Cristo

¿En qué lado estás tú?


Todo lo que necesitas para presentar el evangelio utilizando esta ilustración es lápiz y papel. Al dibujar la ilustración y explicar el evangelio, pon en práctica este método de presentación en cuatro pasos:

Paso 1. Explicar los fundamentos

Comienza escribiendo las cuatro “verdades fundamentales” que vimos anteriormente: El plan de Dios, Nuestro problema, El remedio de Dios y Nuestra respuesta. Escríbelas una por una, utilizando un versículo o dos con cada una.

Después de presentar la primera verdad fundamental, “El plan de Dios: paz y vida”, lee uno o dos versículos de la Biblia y di: “La vida eterna no es automática, porque tenemos un problema. Déjame explicarte”. Entonces, dibuja la ilustración de Dios a un lado del abismo y nosotros del otro lado. Mientras dibujas, comparte los versículos bíblicos que explican cómo se produjo la separación. Avanza al segundo gráfico, señalando la manera en que la cruz ofrece un puente que une el abismo que hay entre Dios y nosotros, y muestra cómo podemos cruzar el puente a través de la fe en Cristo.

Paso 2. Invitar a la persona a dar una respuesta

Si te sientes guiado por el Espíritu Santo, y si la persona está respondiendo positivamente, continúa con el segundo paso y extiende una invitación, diciendo: “Si esta ilustración es verdad, y por mi parte yo creo de todo corazón que lo es, entonces toda la humanidad se encuentra o bien de un lado del abismo o del otro”:

  •  “Están aquellos que por fe personal en Jesucristo ya cruzaron el puente y están en la familia de Dios”…
  • … “y están las multitudes que podrán ser muy religiosas, podrán esforzarse por hacer buenas obras y justificarse a sí mismos, pero que nunca entregaron sus vidas a Jesucristo como Señor y Salvador. Todavía están viviendo en pecado, separados de Dios”.
Pregunta entonces: “¿En qué lado estás tú? ¿Aquí o aquí?”. Si la persona está insegura, o si se da cuenta claramente de que está del lado equivocado, hazle saber que puede estar segura de su condición si:
  1. Reconoce su necesidad (“Yo soy un/a pecador/a”).
  2. Está dispuesta a apartarse del pecado (arrepentirse).
  3. Cree que Jesucristo murió en la cruz y resucitó.
  4. Ora, invitando a Jesucristo a entrar en su vida y a asumir el control (recibirlo como Señor y Salvador).
Paso 3. Orar con la persona que responde

El tercer paso es la oración de consagración. Las Escrituras dicen que “todos los que invoquen el nombre del Señor alcanzarán la salvación” (Romanos 10:13). Recuerda que Jesús es la puerta a la vida eterna. A través de la oración podemos atravesar esa puerta y recibirlo a él como Señor y Salvador. Guía a esa persona en una oración sencilla, como ésta:

“Querido Señor Jesús, Sé que soy un pecador y que necesito tu perdón. Creo de todo corazón que moriste por mis pecados. Ahora me aparto de mis pecados y te recibo como mi Salvador. Quiero que seas el Señor de mi vida; quiero seguirte y confiar en ti”.

Paso 4. Confirmar al nuevo creyente en su decisión

Si repite sinceramente esa oración, esa persona será ahora un creyente en Cristo, ¡y habrá sido salvada de la muerte eterna! Será necesario que compartas aún algunos versículos de la Biblia para confirmar en esta persona su nueva condición delante de Dios:
¿Qué sucede cuando creemos en Jesucristo? La Biblia dice:

“Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna”. Juan 3:16.

“El que tiene al Hijo de Dios tiene también la vida, pero el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Os escribo esto a vosotros que creéis en el Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”. 1 Juan 5:12-13

Asegúrate de que la persona entienda que la vida eterna es un regalo de nuestro Padre celestial, y que es algo que posee desde ese momento.

Seguimiento


Cuando guíes a una persona a experimentar la fe salvadora en Cristo, recuerda que el nuevo creyente es un bebé espiritual (1 Pedro 2:2). A fin de crecer, un bebé necesita cuidados y alimento. Esto significa animar a la persona a comenzar inmediatamente momentos regulares de estudio bíblico y oración. Tú puedes hacerlo utilizando esta información.

El nuevo creyente necesita también el compañerismo de otros cristianos que piensen como él. Ayúdale a que se relacione de forma estable con una iglesia que enseñe todo lo que está en la Biblia.

Una palabra dirigida a los que han decidido ser ganadores de almas:

El método de evangelización personal presentado aquí podrá parecer muy mecánico, y bien puede serlo si no es el Espíritu Santo el que guía. Pero con la guía del Espíritu de Dios, muchos testigos cristianos honestos en todo el mundo han utilizado eficazmente esta ilustración del “puente a la vida” para llevar a muchos a conocer a Jesucristo.

Este artículo está bajo una licencia de Creative Commons.

Proverbios 25:27 (RVR 1960)

Comer mucha miel no es bueno, ni el buscar la propia gloria es gloria.

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