Isa 44:22 Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí.
Si decidiera no arriesgarme, si tomara la ruta segura y determinar no promover la salvación y un estilo de vida por gracia, ¿cuáles son las alternativas? Cuatro puntos vienen a mi mente, todos ellos populares en estos días, hoy veremos 2 y mañana 2.
Puedo enfatizar las obras sobre la gracia. Puedo decirte que como pecador necesitas tener un compromiso más fuerte con Cristo, demostrado por las obras que tú haces por Él, antes de que puedas decir que realmente crees. Mi problema al hacer esto es: un pecador no puede comprometerse a nada, él está muerto espiritualmente, ¿recuerdas? Un corazón no regenerado no tiene la capacidad de comprometerse. El convertirse en un discípulo obediente y sumiso viene después de creer en Cristo. Las obras vienen debido a la fe. El comportamiento viene después de creer. El fruto viene después de que el árbol está bien arraigado. Las palabras de Martín Lutero vienen a mi mente:
“Nadie puede ser bueno o hacer el bien a menos que la gracia de Dios primero le haga bueno, nadie se convierte en bueno por las obras, pero las buenas obras son hechas sólo por aquél que es bueno. Así como el fruto no hace al árbol, sino que el árbol produce el fruto… así todas las obras, sin importar qué tan buenas sean y qué tal lindas se vean, son en vano si éstas no provienen de la gracia”
Puedo optar por darte una lista de qué hacer y qué no hacer. La lista viene de mis preferencias tradicionales. Se convierte en mi responsabilidad decirte qué hacer y qué no hacer y por qué. Entonces pongo las condiciones por las cuales tú ganas la aceptación de Dios a través de mí. Tú haces lo que yo te digo, no haces lo que te digo que no hagas y estás dentro.
Si fallas al seguir la lista, estás fuera. Este estilo de enseñar legalista de mano dura es uno de los métodos más usados en los círculos evangélicos. La gracia es estrangulada en tal contexto. Para empeorar las cosas, aquellos en autoridad son tan intimidantes que su autoridad no es cuestionada. Raros son aquellos con suficiente fuerza para confrontar a los “hacedores de listas”
Por Charles Swindoll