No uno ni dos, ni siquiera un pequeño grupo de personas, fue toda una aldea en el norte de Vietnam que condenó a Nuyen y a su esposa. Ambos fueron atados de manos y pies, y sacados a la fuerza de su aldea por entregar sus vidas a Jesús.
Nuyen* y su esposa acababan de entregar sus vidas a Cristo, rechazando también sus antiguas costumbres (como la adoración a sus antepasados). Esto enfureció, hasta prácticamente la locura, a las autoridades locales y al pueblo en general. La fe de Nuyen y su mujer fue puesta a prueba cuando los aldeanos les obligaron a negar a Cristo.
Sin embargo, el matrimonio no cedió, y por ello, fueron objeto de burlas y obligados a andar durante más de dos horas por un camino rocoso, mientras eran golpeados y empujados al suelo en repetidas ocasiones. Los miembros de la iglesia se enteraron de lo que les había pasado y los llevaron inmediatamente a un hospital cercano, donde recibieron tratamiento.
El pastor de Nuyen habló con las autoridades locales y les pidió que aceptaran a Nuyen y a su familia de regreso en la aldea, y aunque fueron acogidos, cada día era una tortura para la familia. Eran continuamente amenazados y maldecidos debido a su nueva fe en Cristo. A finales de julio, Phouc*, la hija de Nuyen, de seis años, fue golpeada en la cabeza y el estómago por otro aldeano.
Pocos días después, Phouc perdió el apetito y no paraba de vomitar. La pequeña se puso muy enferma, sufriendo fuertes dolores de cabeza y de estómago. Tuvo que ser trasladada de inmediato al hospital, donde cayó en coma debido a un traumatismo craneal. Gracias a Dios, después de un mes de estar en coma, Phouc recuperó la conciencia, pero no podía recordar nada.
(*) Nombres modificados por razones de seguridad