El pago que los hermanos hacen para consumir estos productos va en directo beneficio de los fondos de la Iglesia. Desde un punto de vista sistemático esto no pareciera perjudicar las normales actividades del culto, ya que el local de comida se encuentra afuera del templo y no incide en dineros ofrendados, sino en un pago por consumo. Sin embargo, cualquiera que haya estado en nuestras iglesias se recordará de aquella distinguida frase: “En los comedores hay bendición”. Según lo que estudiamos de la bendición, esta no puede ser comprada por un monto de dinero, más bien carece de todo precio.
Es un regalo de Dios. Cuando afirmamos que en los comedores hay bendición, estamos incentivando a la congregación a comprar aquellos productos tomando el nombre de Dios y la acción de Dios en vano. Cualquiera que diga que si uno lleva un trozo de queque al hogar será motivo de bendición está negando el principio básico y fundamental de las bendiciones de Dios: ser dadas de gracia, y sin costo alguno.
Más bien todo aquello es un simple disfraz que permite facilitar la compra de los productos. Quizás si no se mencionase que un churrasco “trae bendición incluida” los hermanos no lo comprarían, pero por pensar que están hechos para la “obra del Señor” o en propósito de ella, favorecemos la importancia de su adquisición.
Sin embargo, muchos rehúsan de comprar estos productos no por carecer de necesidad de las bendiciones de Dios, sino por falta de dinero, pues los productos del casino no son regalados. Hemos permitido que este lucrativo e injustificado sistema se expanda como epidemia en nuestras iglesias.
2.- Sorteos, rifas y lotería. Otras formas de venta son los talonarios, rifas, números de sorteo, etc. Muchas veces decimos que si el hermano no esta atento al altar pueda que pierda su bendición. Pues si estamos tan pendientes de recibir tal bendición, ¿Por qué no se cancelan todo tipo de ventas que distraen al oyente? Muchas veces estas compras llegan a ser esenciales, no por mantener a la iglesia en sus gastos básicos, sino para solventar necesidades del casino, actividades de un cierto grupo o cuerpo, en fin, una fila de domino generada por un sistema que hemos permitido que se expanda por nuestras iglesias.
En muchas iglesias se oprime a la hermandad con los llamados talonarios. Desde los altares se comunicaba que “este compromiso era con el Señor”, aterrorizando a los hermanos con la justicia de Dios, haciéndolos pensar que si no cumplen aquella cifra estipulada le estarán robando a Dios. Todo fue hecho para presionar a la hermandad, tomando nuevamente el nombre de Dios en vano. Sin embargo, uno de los mayores problemas a este errado sistema es la utilización de un medio pecaminoso. ¿No se supone que los juegos de azar y lotería son medios mundanos?
En los juegos de lotería uno compra un número que permite ganar un determinado premio. ¿Cuál es la diferencia con nuestra iglesia? De igual forma hacemos tómbolas, rifas y sorteos. Muchos dirán que el dinero recaudado es para la Iglesia. Sin embargo, el fin no justifica los medios. Si utilizamos medios pecaminosos para un fin bueno, ¿Realmente cumplimos la voluntad de Dios?
3.- Venta de la alabanza en medio del culto. Nuestra alabanza también ha sido empaquetada para la comercialización. La Palabra de Dios nos enseña que la alabanza es una expresión sincera y sin mancha que nosotros dedicamos a nuestro Dios: “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad” (Salmo 29:2).
Es una bella ordenanza de nuestro Dios, para demostrar nuestro agradecimiento en todo. Sin embargo, esta bella expresión de exaltación no ha quedado inmune a nuestros deseos comerciales. Es común ver muchos cds y Dvds en pequeños stands en las puertas de nuestras iglesias. Muchos hermanos promocionan los discos en medio de los cultos, paseándose por los pasillos para que los hermanos puedan acceder a su compra.
Lo más sincero que tenemos en sentido de agradecimiento y exaltación a nuestro Dios pareciera no salvarse de nuestros diseños lucrativos. En los tiempos de Jesús los mercaderes vendían elementos dedicados al sistema expiatorio. Por nuestra parte, nosotros comercializamos un elemento importantísimo para la sincera exaltación a nuestro Dios.
De esta forma hemos transformado irrespetuosamente la casa de oración en un local de ventas, no solamente de quesos, completos, churrascos, bebidas, sopaipillas, números de rifa o talonarios, sino que también de cds con alabanzas a Dios, revistas, diarios con información relativa a la iglesia, y un sinfín de cosas que conforma una fuerte red de comercio que gobierna los alrededores de la casa de Dios.
Si en las entradas, costados o alrededores de los templos se comercializan tantas cosas, ¿Qué se podría esperar de lo que se hace adentro? Ruego a Dios, que así como nuestro Señor Jesucristo quitó las mesas de los cambistas y de los comerciantes, así también reforme nuestra conciencia, y construya temor y respeto por la casa de Dios, purificando nuevamente nuestros templos. La iglesia debiese ser un lugar para la oración, el crecimiento espiritual y la alabanza, y en ninguna forma un local de ventas.