1 Tim 6:9 porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición.
El pecado de amar el dinero es peligroso debido a sus efectos nocivos.
La sanción de las nuevas loterías locales en los últimos veinte años hecha oficialmente para “aumentar los ingresos” y crear nuevos puestos de trabajo, no solo mantiene la adicción de las personas a los juegos de azar sino que también atrae a muchos otros a una disposición de gastar dinero que no tienen. Esto muestra cómo la avaricia produce una prisión para muchas personas.
La Escritura nos advierte de ser atrapados por muchas cosas: “las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego, no codiciarás plata ni oro de ellas para tomarlo para ti, para que no tropieces en ello, pues es abominación a Jehová tu Dios” (Deut 7:25)
En la primera parte de 1 Timoteo 6:9, en la redacción de Pablo indica un deseo premeditado del dinero. Guiados por el consumismo y la pasión por más, el avaro continuamente se encuentra como un animal capturado en una trampa. Su amor al dinero termina controlando su vida y le hace una infeliz víctima de sus propias concupiscencias. La búsqueda desgastante de las riquezas finalmente arruinará la vida espiritual de la persona. En la conclusión del verso de hoy, Pablo presenta la imagen de una persona completa (cuerpo y alma) que se destruye. Eso es lo que, si no se controla la preocupación de adquirir más y más dinero, hará a nosotros.
La Palabra de Dios contiene ejemplos vívidos de aquellos devastados por el amor al dinero. Debido a que Acán escondió riquezas en desobediencia, Israel perdió una batalla y Acán y su familia fueron asesinados (Josué 7:1-26) Judas traicionó a Jesús por treinta piezas de plata y terminó cometiendo suicidio (Mat 27:3-5) Ananías y Safira no le dieron al Señor todo el producto de la venta de su propiedad y fueron muertos por mentir (Hch 5:1-11)
Si eres tentado a hacer caso omiso de los efectos nocivos de la avaricia o a depender del dinero para tu seguridad, considera la afirmación del profeta: “ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira del Señor” (Sof 1:18)
Por John MacArthur