1 Jn 3:2-3 Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo así como él es puro.
Los verdaderos cristianos anhelan el regreso de su Rey.
Las palabras del antiguo himno “este mundo no es mi hogar” expresa la actitud de cada verdadero hijo de Dios. Los verdaderos cristianos tienen esperanza en su corazón, una esperanza enfocada en el regreso del Señor Jesucristo. Como el apóstol Pablo, anhelamos ser “liberados de ese cuerpo de muerte” (Rom 7:24), gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo (Rom 8:23) Anhelamos el día cuando así como hemos “traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1 Cor 15:49)
Nuestra esperanza es una esperanza santificadora. Juan escribe: “todo aquél que tiene esta esperanza en él, se purifica así mismo, así como él es puro” (1 Jn 3:3) y Pablo le recordó a Tito que “la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:11-12) Nuestra esperanza es una sensible, que nos lleva a una vida piadosa y responsable (2 Tes 3:6-15) no hay tal cosa como alguien que piense tan celestialmente que terrenalmente no sea bueno.
¿Te encuentras anhelando a Cristo por su regreso y “transforme el cuerpo de tu humillación para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Fil 3:21)? Si es así, aliéntate, esa es una evidencia de que tu salvación es genuina.
Por John MacArthur