Juan 10:10 El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
George Horn, de 48 años de edad, es un hombre excepcional, y esto no es un cumplido.
Un día, George entró en una Iglesia Católica en la Florida, fue hasta el altar, y tomó el crucifijo… pero no para adorarlo. No. George utilizó el crucifijo para forzar la caja de donaciones en la cual los feligreses depositan ofrendas por las velas que encienden.
No conforme con llevarse solamente el dinero de las ofrendas, George también saqueó la caja de donaciones para los pobres.
Para mí George es excepcional: no tiene problema alguno con robarle a los pobres, al Señor, o a cualquiera en general. George ha demostrado ser culpable de cometer un acto voluntario de profanación e impureza.
Por supuesto que George no está solo. Las personas le roban al Señor constantemente.
Si bien no son captados en video de una cámara de vigilancia, como fue el caso de George, ni tampoco dejan evidencia de huellas digitales o ADN, igual le roban al Señor. ¿Cómo?
Efectivamente, mucha gente le roba al Señor. Y eso está mal. Nosotros, que hemos sido redimidos por el Cristo, necesitamos darle gracias y adorarle; necesitamos servir y obedecer a nuestro Señor.
Si hacemos estas cosas, también podemos ser excepcionales… pero en una forma buena y que Dios aprueba.
ORACIÓN: Padre celestial, te pido que mi vida sea excepcional. Que esté excepcionalmente agradecido por el amor excepcional que nos has demostrado en el sufrimiento y sacrificio de Jesús. Y que el perdón y la salvación que él ha ganado sean una fuente de júbilo excepcional. En su nombre. Amén.