Hechos 18:10 Tengo mucha gente en esta ciudad
Este versículo debe sernos de gran inspiración para hacer la obra de Dios, siendo que entre los mas viles de los viles, los más depravados y degenerados y los más drogados y ébrios, el Señor tiene a sus elegidos que deben ser salvos. Cuando les llevas la Palabra de Dios a ellos lo haces porque él te ha ordenado de manera soberana que seas el mensajero de vida para su alma, y ellos deben recibirla porque así es como funciona el decreto de la predestinación.
Ellos son tan redimidos por la sangre de Cristo como los santos que ya están ante su trono eterno. Son de su propiedad y, aunque ahora puede que amen los bares y el alcohol y a quienes desprecian la santidad, si Jesucristo los ha comprado, él los tendrá. Dios es fiel para recordar el precio que su Hijo ha pagado por sus elegidos, y no permitirá que el sacrificio sustitutorio de Cristo sea inefectivo, algo inútil para cualquiera de ellos. Multitudes de almas redimidas todavía no han sido regeneradas, pero deben serlo y lo serán. Este es el consuelo y la certeza que tenemos cuando salimos a llevarles la Palabra de Dios que da vida.
Y más todavía, porque por estas almas Cristo rogó ante el trono de Dios, ya que el gran Intercesor dijo "No ruego sólo por éstos (mis discípulos).Ruego también por los que han de creer en mi por el mensaje de ellos" (Juan 17:20). Pobres almas ignorantes que nada saben sobre como orar por ellas mismas, pero Jesús oró por ellas. Sus nombres están escritos en su coraza y dentro de poco inclinarán sus rodillas rebeldes ante él para finalmente exhalar un suspiro de arrepentimiento ante el santo trono de la gracia.
No es tiempo de higos (Marcos 11:13) El momento predestinado todavía no ha llegado para muchos, pero cuando les llegue obedecerán. "Apenas me oyen, me obedecen" (Salmo 18:44), porque Dios tendrá a los que son suyos. Deben venir a él porque no se puede ignorar al Espíritu cuando se presenta en la plenitud de su poder; se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder (Salmo 110: 3).
"Después de su sufrimiento... mi siervo justo justificará a muchos... le daré un puesto entre los grandes, y repartirá el botín con los fuertes" (Isaías 53: 11-12)
Por Charles Spurgeon