Rom 8:26 y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Porque Él entiende nuestras luchas en esta vida, el Espíritu Santo continuamente ora por nosotros ante el trono del Padre.
En medio de las muchas dificultades de la vida y momentos de estrés, no hay casi nada más reconfortante que saber que tienes un amigo, alguien de tu lado. En el mundo legal, un abogado formalmente argumenta tu caso cuando necesitas resolver una disputa judicial o financiera. Este concepto de amigo y defensor está en el corazón del papel del Espíritu Santo como nuestro “paracleto”, uno llamado al lado para ayudar (Juan 14:16)
Las palabras de Pablo en el pasaje de hoy nos reconfortan con el conocimiento de que el Espíritu está cumpliendo la promesa de Juan 14 al estar a nuestro lado y pastorearnos hacia el Cielo. En el proceso Él continuamente está garantizando la seguridad de nuestra salvación e intercede por nosotros y todos los creyentes, al igual que Cristo (ver Luc 22:31-32, Heb 7:25)
Estaríamos ante una pérdida eterna si el Espíritu Santo no intercediera por nosotros. Él entiende nuestras debilidades pecaminosas y conoce que por nuestra propia sabiduría, no sabemos cómo orar apropiadamente por nosotros mismos o cómo mantener nuestro andar con el Señor. Esta intercesión es hecha “con gemidos demasiado profundos para palabras” (Rom 8:26)
Esos “gemidos” se refieren a comunicaciones divinas entre el Padre y el Espíritu que trascienden cualquier lenguaje humano. Son más como suspiros que no pueden ponerse en palabras. Eso significa que no podemos saber con precisión lo que el Espíritu Santo dice cuando intercede por nosotros, pero podemos estar seguros de que Él está orando por nosotros.
El noble ministerio de intercesión del Espíritu nos recuerda una vez más lo dependientes que somos de Él para sostenernos y ayudarnos con nuestro diario discipulado. Como el escritor cristiano A.W. Pink una vez dijo: “Sólo por Él, la fortaleza que el Espíritu nos da en el corazón somos liberados de estar absortos en las cosas que nos rodean y nuestros afectos mundanos son atraídos a las cosas de arriba”
Por John MacArthur