Juan 18:26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, que era pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: «¿Qué, no te vi yo en el huerto con él?»
¿No te vi en el huerto con Jesús? Una pregunta inocente, pero Pedro sabía lo que significaba: me han reconocido como seguidor de Jesús. No es de extrañar que estuviera aterrorizado. Pedro le había cortado la oreja a Malco, un hombre que estaba en el grupo que arrestó a Jesús. Y ahora un pariente de Malco le exigía una respuesta.
La tensión crece ante las amenazas no habladas: ‘Nadie lastima a mi familia y se sale con la suya. Podría entregarte ahora mismo ...’. Pedro irrumpe en negaciones: "No, no; lo juro, ni siquiera conozco a ese hombre del que estás hablando ...". Y un gallo canta. Pedro ha negado a Jesús por última vez. ¿Estaba satisfecho el familiar de Malco? ¿Le creía a Pedro? ¿O al ver sus lágrimas decidió que no valía la pena seguir y lo dejó ir?
"Nadie lastima a mi familia y se sale con la suya". El familiar de Malco no era el único en la casa del sumo sacerdote esa noche que tenía esa actitud. Jesús estaba dando sus próximos pasos hacia la cruz en forma voluntaria y deliberada por esa razón: porque hace mucho tiempo, en el jardín del Edén, el diablo había tentado y destruido a Adán y Eva, y con ellos a toda la humanidad.
Pero Dios se hizo cargo: "Nadie lastima a mi familia y se sale con la suya", dijo, y así, Dios nació como el hombre Cristo Jesús en la familia de la humanidad para destruir el poder del diablo y restaurarnos a la vida y la salud.
Gracias a que Jesús nos ama más que a su propia vida, somos parte de la familia de Dios y herederos de su Reino.
ORACIÓN: Gracias por hacerme miembro de tu familia y amarme y protegerme, Señor. Amén.
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN:
¿Alguna vez alguien te ha protegido porque eres familia? Cuenta la historia.
¿Qué significa para tu vida ser parte de la familia de Dios?