Mat 5:6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Dentro de cada hombre y mujer hay un hambre y sed que sólo Dios puede satisfacer. Es por eso que Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35)
Lamentablemente, la mayoría de la gente busca la felicidad en los lugares equivocados. El hijo pródigo en Lucas 15 es un ejemplo. Se alejó de Dios buscando placeres pecaminosos, pero pronto descubrió que el pecado no puede satisfacer a una alma hambrienta. Ahí es cuando regresó a la casa de su padre, donde se le dio una gran fiesta (una imagen de la salvación).
El rico insensato en Lucas 12, pensó que acumular posesiones era la clave para la felicidad, diciéndose a sí mismo “¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas 12: 17-21) A diferencia del hijo pródigo, el rico insensato nunca se volvió a Dios en arrepentimiento, por tanto lo perdió todo.
El rico insensato es típico en muchas personas hoy en día, ignoran a Cristo e intentan llenar su vacío con placeres mundanos. La mayoría son ajenos al peligro eterno que les espera si no se arrepienten.
Aquellos que aman a Dios rechazan la mundanalidad, persiguen la justicia y conocen la satisfacción que viene de agradarle a Él. Esa es la esencia del Sermón del Monte “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat 6:33) Mantén esa meta hasta arriba de tu mente al enfrentar el desafío de cada nuevo día.
Por John MacArthur
