Juan 10:10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir
¿Cómo es que los malos espíritus interfieren en nuestras vidas? Permíteme responder con una simple ilustración. Imagina que estás parado al final de una calle larga y estrecha y en ambos lados hay casas de dos pisos. Al final de la calle está Jesucristo y tu vida cristiana es el proceso de caminar por esa larga calle de madurez hacia Él. No hay absolutamente nada en la calle que te impida llegar a Jesús. Así que cuando recibes a Cristo, tú pones tus ojos en Él y comienzas a caminar.
Pero como este mundo todavía está bajo el dominio de Satanás, las hileras de casas a ambos lados de la calle están habitadas por seres que están comprometidos a impedir que alcances tu meta. Ellos no tienen poder o autoridad de bloquear tu camino o incluso frenar tus pasos, así que se asoman por las ventanas y te llaman esperando atraer tu atención lejos de tu meta e interrumpir tu progreso al tentarte, acusarte y engañarte.
¿Cuál es la meta del enemigo al hacer que sus demonios te tienten, se burlen de ti, te cuestionen desde las ventanas y puertas a lo largo de tu camino? Él quiere frenarte, que te detengas, te sientes y si es posible renuncies a tu camino hacia Cristo. Él quiere influenciarte para que dudes de tu habilidad de creer y servir a Dios. Recuerda: él no tiene poder alguno o autoridad para evitar que progreses constantemente en tu caminar hacia Cristo. Y nunca más podrá poseerte, porque tú has sido redimido por Jesucristo y tú eres de Él para siempre (1 Ped 1:18-19) Pero si él puede hacer que escuches los pensamientos que él planta en tu mente, él podrá influenciarte. Y si le permites que te influencie el tiempo suficiente a través de la tentación, acusación y engaño entonces podrá controlarte.
Si yo pudiera influenciarte a que creas una mentira ¿podría controlar tu vida? Sí. Pongamos nuestros ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe (Heb 12:2) y llevemos todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo (2 Cor 10:5)
Por Neil Anderson