Rom 5:5-8 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
La salvación lleva a los creyentes a una relación de amor con Dios que dura toda la eternidad. El escritor de himnos del siglo XVIII William Cowper escribió: “Hay una fuente. Desde que por fe vi el arroyo, tus heridas suplen todo, amor redentor ha sido mi lema y será hasta el día que muera”
Quizá el concepto más abrumador en todo el cristianismo es que Dios nos amó tanto “que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn 3:16) y más que eso, Dios imparte gentilmente Su amor a nosotros, ¡lo derrama! “en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom 5:5) Pablo aquí revela que en Cristo tenemos evidencia subjetiva de la salvación. Dios mismo lo implanta profundo dentro de nosotros. Como resultado, amamos a Aquél que nos amó primero (1Jn 4:7-10)
La idea de que Dios “ha derramado” Su amor se refiere a un derramamiento fastuoso. Dios no exprimió su amor en pequeñas gotas, lo derramó en torrentes inconmensurables. Y eso se ve en quizá la más grande manifestación del amor de Dios en toda la eternidad: cuando éramos pecadores impíos totalmente incapaces de llevarnos a nosotros mismos a Dios, Él envió a Su Hijo a morir por nosotros que éramos completamente indignos de tal amor.
Piensa en cómo el amor de Dios impacta tu seguridad. Ahora que eres salvo, nunca podrás ser tan miserable como lo eras antes de tu conversión y Él te amó totalmente entonces. Porque Dios te amó tan completamente, puedes estar seguro de tu salvación.
Por John MacArthur