Descendiente del grupo étnico fulani, Salamta* creció como musulmana en el noreste de Camerún. Su vida revela los sufrimientos de una mujer islámica, que vive en un país del África subsahariana, que a los 11 años se vio obligada a contraer matrimonio, pero que pudo hallar la salvación que solo Cristo da.
“Tuve que quedarme contigo por más de cinco años. Como nuestro matrimonio no se ha consumado, o me llevas de regreso a la casa de mi madre o me matas”, le dijo a su esposo, quien intentó matarla.
Si no hubiera sido por el hermano menor que pasaba en ese momento, Salamta habría muerto. Ese fue el final del matrimonio forzoso de la joven. Salamta regresó a Camerún solo después de la muerte de su madre.
En 2002, le diagnosticaron depresión. Sin embargo, la condición que la atormentó durante muchos años finalmente le abrió un camino hacia Cristo. Debido a que necesitaba ir mucho al hospital, terminó perdiendo trabajos. En medio de esta situación, un amigo cristiano compartió el Evangelio con Salamta. “Me enfermé y fui al hospital. En ese momento, los cristianos me cuidaban. Traté de entender por qué mi familia no me cuidaba mientras que esos extraños sí lo hacían. Cuando salí del hospital, decidí empezar a asistir a la iglesia. Acepté a Jesús en mi corazón por completo”, dijo.
El pasado Ramadán (fecha más importante del calendario musulmán), sus familiares le preguntaron si era cierto que iba a una iglesia cristiana. Salamta lo admitió. “¿Significa esto que ya no estás rezando según el islam?”, le preguntaron. “Cuando dije que sí, me dijeron que estaba maldita y que ya no podía vivir con ellos. Ni siquiera me dejaron recoger mis cosas", comparte Salamta.
Salamta pasó la noche en una posada, luego pasó la noche en el hospital, hasta que la iglesia la acogió. “Tengo una inmensa alegría. Estoy lista para enfrentarme a todo. Le di mi vida y mi fe a Jesús. Quiero conocer a Jesús, todo sobre él, entenderlo cada vez más. Todos los profetas tienen tumbas, incluso Mahoma, pero Jesús no. Él está vivo. Es real”, dijo.
Además, Salamta comparte cómo entiende parte de las Escrituras al ser parte de un pueblo nómada. “Como dice el Salmo 23, el Señor es mi pastor; nada me faltará. Como fulani, sé lo que es un pastor. Sus ovejas están a salvo, las lleva a los lugares correctos y solo tienen que seguirlo. Incluso puede dejar a la familia a causa de las ovejas. Cuando la oveja está herida, hace todo lo posible para sanar sus heridas. Y sé que Jesús es mi pastor”, concluye.
(*) Nombre modificado por razones de seguridad
*Noticia extraída de Impactoevangelistico.net