1 Ped 2:10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.
Oseas tuvo un papel único entre los profetas. Dios lo usó a él y a su esposa adúltera, Gomer, como una ilustración viva de Su amor por un Israel infiel. Cuando Gomer dio a luz a una hija, el Señor le dijo a Oseas que la llamara Lo-ruhama, que significa “no compasión” porque Su misericordia por Israel pronto llegaría a su fin. Cuando Gomer más tarde dio a luz un hijo, el Señor le dijo que lo llamara Lo-ammi, que significa “no es mi pueblo” pues ya no consideraba a Israel Su pueblo. Sin embargo ofreció esta esperanza diciendo “Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente” (Oseas 1:10)
En nuestra Escritura de hoy, Pedro aplicó ese texto del Antiguo Testamento a la iglesia del Nuevo Testamento, al igual que lo hizo Pablo en Romanos 9:25-26 “Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente” Dios rechazó al Israel incrédulo, pero extiende Su compasión a cualquiera que esté dispuesto a confiar en Cristo. Es particularmente cierto que los gentiles en la iglesia no fueron una vez el pueblo de Dios, pero ahora han recibido misericordia y son hijos amados de Dios.
La misericordia de Dios incluye Su cuidado providencial general por toda la humanidad, pero Oseas, Pedro y Pablo estaban hablando de Su compasión especial, primero en la salvación y luego en las bendiciones diarias, por aquellos que Le pertenecen. Por eso Él retiene el castigo que merecemos por nuestros pecados y en su lugar nos otorga Sus misericordias.
Al reflejar la misericordia de Dios en tu propia vida deja que el Salmo 136:1 sea la canción de tu corazón: “Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia”
Por John MacArthur