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Este joven inglés, miembro de la aristocracia, había disfrutado de lo mejor de la vida. Había ido a las mejores escuelas, asistió a las mejores reuniones y participó de los lujos de la élite.
Su apariencia también se ajustaba muy bien al modelo victoriano inglés. Era alto, agraciado y carismático. Además, su familia era acaudalada y gozaba de amplio prestigio.
Sin embargo, eventos inesperados llevaron a este joven al ministerio y a ser uno de los líderes evangélicos más influyentes de su tiempo.