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La historia de conversión de MARTÍN LUTERO

Por: Mendoza Daniel
Fecha:  Jueves, 25 de junio del 2020 ID: 201700003867

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Martín Lutero dio sus primeros pasos en el ministerio como un fiel monje agustino.

La Orden agustina era muy conocida por su disciplina. Los monjes descansaban y estudiaban en pequeñas habitaciones sin calefacción. Hacían votos de castidad, de obediencia y de pobreza. Todos debían participar en una misa diaria que empezaba a la 1:00 a.m, sesión que se realizaba siete veces al día.

Pero Lutero luchaba con crecientes sentimientos de duda y culpabilidad. Así que buscó en su religión y a sus líderes para que le ayudaran con su culpa. Entonces, se volvió a los sacramentos de la Iglesia, específicamente a la confesión.

Pero la confesión se convirtió en un suplicio para Lutero, y para sus confesores. El joven monje se confesaba frecuentemente, a veces a diario, y en ocasiones se tardaba hasta seis horas en una sesión de confesión.

Si la confesión no estaba resolviendo la culpa de Lutero, tampoco lo estaban logrando los ayunos.

Pero el contacto de Martín Lutero con las Sagradas Escrituras empezó a darle una salida de su angustia.

Lutero formuló las preguntas correctas: ¿Como puedo salvarme siendo Dios justo y yo injusto? y recibió las respuestas correctas. Leyendo el inicio de la Carta a los Romanos el Apóstol Pablo afirma que “en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: mas el justo por la fe vivirá”.

Antes, Lutero entendía que la justicia de Dios mencionada en este versículo se refería a Su justicia activa y vengadora que castiga a pecadores, y por eso odiaba la justicia de Dios.

Pero mientras meditaba en este pasaje, en lo que posteriormente Lutero llamaría “La experiencia de la torre”.

De pronto, como si un rayo de luz divino hubiera alcanzado su oscuro corazón, Lutero comprendió el verdadero significado del texto: la justicia de Dios es recibida como un regalo únicamente por medio de la fe en Jesucristo. Luego dijo al respecto:

“Al fin, por la misericordia de Dios, meditando día y noche, presté atención al contexto de las palabras ‘en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: 'El justo vivirá por la fe'’. Allí comencé a comprender que la justicia de Dios es aquello por lo cual el justo vive gracias al don de Dios, es decir, la fe. Y este es el significado: la justicia de Dios es revelada por el evangelio, es decir, la justicia pasiva con la cual el Dios misericordioso nos justifica por fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’. Entonces sentí que había nacido de nuevo por completo y que había entrado al paraíso a través de puertas que estaban abiertas”.

Lutero entendió que la justicia de Dios tenía dos dimensiones. Por un lado se trataba de una cara que exige que los hombres fueran justos y que anunciaba un juicio pero, por otro lado, poseía también un rostro salvífico que actuaba en los seres humanos mediante la fe en Cristo. El descubrimiento de esa doctrina provocó en Lutero un cambio definitivo.

Así fue que Lutero entendió que el hombre pecador no es salvo por sus buenas obras. Más bien, la justicia de Cristo es imputada a los pecadores sólo sobre la base de la fe, Lutero llamó a esto una "justicia ajena", es decir, no del hombre. Dicha justicia viene de fuera de él y es dada libremente por Dios. Gracias a su entendimiento de esta verdad, la justificación que es solamente por la fe —sola fide— se convirtió en la esencia de la Reforma, es decir, la materia misma del evangelio.

Según el propio Lutero semejante experiencia lo liberó de la ansiedad, del temor del pecado y lo llenó de paz y de sosiego.



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Habacuc 2:14 (RVR 1960)

Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar.


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