Efe 4:1 Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados
La vida cristiana es simplemente ser lo que Cristo ya te ha hecho.
Imagina que inmediatamente después de que fuiste salvo, el Señor estampó tu frente con las palabras “mírame, soy un hijo de Dios” ¿Cómo afectaría eso tu estilo de vida?
Quizá no tengamos una marca física como esa, pero sí llevamos el nombre de Cristo en este mundo. Cuando primero pusimos nuestra confianza en el Señor Jesucristo, nos convertimos en parte de Su familia (Gál 4:1-7) Él libremente nos otorgó su gracia (Efe 1:6). Él nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo (1:3), tenemos una herencia gloriosa en los cielos (1:18). Como hijos de Dios, realmente tenemos muchos derechos, honores y privilegios, pero Él espera que nosotros nos comportemos como Sus hijos.
Así como un hijo honra a su padre al obedecerle, nosotros honramos a Dios al caminar dignamente de Él. Nuestras acciones deben ser acciones que Él apruebe. Nuestros deseos deben ser Sus deseos. Nuestras metas y objetivos deben ser Sus metas y objetivos.
Uno de mis profesores de seminario me dijo en una ocasión que toda la vida cristiana es simplemente convertirte en lo que ya eres. Debido a que eres un hijo de Dios, necesitas actuar como un hijo de Dios. De hecho, la raíz de la palabra griega traducida como “digno” en Efesios 4:1 habla de equidad y equilibrio. Debe haber armonía entre quién eres y cómo vives. Fallamos en nuestro compromiso con Cristo cuando fallamos al vivir de esa manera.
Recuerda, que nuestra obediencia a Dios no debe ser de acuerdo a reglas y normas por temor u orgullo legalista. Es una conformidad a la justicia que viene por la gratitud y profundo amor por Cristo. Nuestro deseo de ser hijos dignos es el resultado de entender y apreciar todo lo que Él ha hecho por nosotros.
Filipenses 1:27 dice “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo” en otras palabras, haz que concuerde tu conducta con el evangelio. La realidad exaltada del evangelio demanda un estilo de vida exaltado.
Por John MacArthur