Col 1:15 Él (Cristo) es la imagen del Dios invisible
En Cristo, el Dios invisible se hizo visible.
A veces escucho a diferentes predicadores en la radio o los veo por televisión y me frustra tremendamente. Eso es porque muchos de ellos presentan una imagen confusa de quién realmente es Cristo. Como hay tantos que distorsionan la fe cristiana, debería haber en cada creyente un deseo de defenderla.
El apóstol Pablo ciertamente tenía ese deseo. Debido a que los herejes en Colosas vieron a Jesús como un espíritu menor que emanó de Dios, Pablo refuta eso con una descripción poderosa de quién es Jesús realmente.
Pablo lo describe como “la imagen del Dios invisible” (Col 1:15) La palabra griega traducida como “imagen” (eikon) significa “semejanza”. Aunque el hombre es también un eikon de Dios (1 Cor 11:7), él no es una imagen perfecta de Dios. Los humanos fueron hechos a la imagen de Dios en que tienen personalidad racional.
Como Dios, ellos poseen intelecto, emociones, y voluntad por lo cual son capaces de pensar, sentir y escoger. Nosotros los humanos no somos, sin embargo, la imagen de Dios moralmente, Él es santo y nosotros pecadores. Tampoco fuimos creados a su imagen en esencia, ya que no poseemos Sus atributos divinos.
A diferencia del hombre, Jesucristo, es la imagen perfecta y absolutamente precisa de Dios. Él no se convirtió en la imagen de Dios en su encarnación, sino que lo ha sido por toda la eternidad. Hebreos 1:3 dice que Cristo es “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” Cristo refleja los atributos de Dios y es la exacta semejanza de Dios. Es por ello que Cristo podía decir: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9)
Al usar el término “eikon”, Pablo enfatiza que Jesús es tanto el representante como la manifestación de Dios. Él es la revelación completa, final y definitiva de Dios. Él es Dios en carne humana. Esa fue su declaración (Juan 8:58) y es el testimonio unánime de las Escrituras (Col 2:9, Tito 2:13) Pensar menos de Él es blasfemia y da evidencia de una mente entenebrecida por Satanás (2 Cor 4:4)
Por John MacArthur
