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Devocional: Ahora vemos bien

Por: Mendoza Daniel
Devocional: Ahora vemos bien
Fecha: Lunes, 09 de marzo del 2020 ID: 201700003481

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Juan 8:12 Yo soy la luz del mundo.

El Nuevo Testamento reconoce dos “imperios”, uno dominado por Cristo y otro por Satanás. San Pablo explica este tema en Colosenses 1:12-13. Tal vez el contraste entre estos dos imperios o reinos nos ayude a entender esta palabra de Jesús: “Yo soy la luz del mundo.

Aunque sabemos lo que es la oscuridad física, la Biblia la explica en toda su dimensión espiritual. De niño, la oscuridad nunca me gustaba. Aunque la oscuridad nunca me hizo nada, me producía una sensación de inseguridad y de temor muy grande. ‘Acompáñame afuera, está oscuro, tengo miedo’, solía pedirle a mi hermano mayor o a uno de mis padres.

Tenemos mucha razón en tenerle temor a la oscuridad espiritual. Tanto Jesús como Pablo explican que en las tinieblas se tejen toda clase de males: adulterios, adicciones, odios, estafas, robos. La oscuridad ampara lo malo, y los malos se sienten libres de hacer sus maldades sin que nadie los vea. Pero Jesús es enfático: “Yo soy la luz del mundo.” Ante Jesús, nada queda oculto: ni la maldad de los otros, ni la nuestra. No hay pecado que él no traiga a la luz. ¿Cómo librarnos del pecado que nos condena y de la oscuridad que nos atemoriza? San Pablo nos da esta buena noticia: “[Dios] nos ha librado del poder de la oscuridad y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados” (Colosenses 1:13-14).

¿Vives con temores? Sigue a Jesús y confía en su obra y en su poder, porque su promesa es efectiva: “El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida(Juan 8:12).

Gracias, Padre, porque por la muerte y resurrección de Jesús nos sacaste de la oscuridad, del miedo y de la incertidumbre, y nos trajiste a la luz donde podemos verte. Amén.

Este artículo está bajo una licencia de Creative Commons.

Isaías 26:20 (RVR 1960)

Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación.

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