Rom 8:4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Si el Espíritu Santo vive dentro de nosotros, seremos capaces de cumplir con las exigencias de la ley de Dios.
Agustín dijo una vez “la gracia fue dada para que la ley pudiera ser cumplida”. Cuando Dios nos salva, Él por su Espíritu, crea en nosotros la capacidad de obedecer su perfecta ley. Porque ahora vivimos “conforme al Espíritu”, caminando en el Espíritu y siendo llenos del Espíritu, ahora somos capaces de hacer las cosas justas que la ley de Dios requiere.
¿No es maravilloso que el Señor ya no espere que su ley se viva sólo por medio de un código externo de ética? Ahora la santidad, la justicia, y la obediencia a la ley son internas, es un producto de la morada del Espíritu Santo (Ezeq. 11:19-20)
La salvación de Dios es más que una transacción espiritual por medio de la cual la justicia de Cristo nos es puesta a nosotros. Es más que una acción foránea por la cual Él nos declaró justos. Esas doctrinas tan grandes y vitales, no fueron aplicadas a nosotros aparte de cuando Dios plantó su Espíritu dentro de nuestros corazones y permitiendo que en nuestras vidas se manifestara el fruto del Espíritu “amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fe, mansedumbre, benignidad, dominio propio” (Gal 5:22-23)
Debemos recordarnos a nosotros mismos con regularidad que el propósito de Dios para nosotros después de que nos redimió es que podamos vivir una vida santa, llena de buenas obras (Efe 2:10, Tito 2:14) Siempre que vivas en desobediencia a la voluntad de Dios y su propósito, apagas el Espíritu Santo y peleas en contra de ti mismo y en contra de lo que sabes que es correcto.
Tal desobediencia tiene tanto sentido como la persona que aguanta la respiración por ninguna razón y hace que sus pulmones resistan su función natural. El creyente que desobedece, especialmente aquél que persiste en un pecado, impide que el Espíritu de forma natural lo guíe por el camino de la santidad. No somos perfectos después de ser salvos, eso no sucede hasta la glorificación (1 Jn 3.2-3) pero el Espíritu Santo nos da poder para vivir en forma agradable a Dios, que es el tipo de justicia que cumple su ley.
Por John MacArthur