Rom 8:14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Me gusta preguntarle a la gente “¿Quién eres?” Suena como una pregunta simple que requiere de una respuesta simple, pero en realidad no lo es. Por ejemplo, si alguien me preguntara “¿quién eres?” podría responder: “Neil Anderson”
“No, ese es tu nombre, ¿quién eres?”
“Soy un estadounidense”
“No, eso es donde vives”
También podría decir cuánto mido, cuánto peso, pero mis dimensiones físicas y apariencia no son lo que soy. Si cortaran mis brazos y mis piernas ¿seguiría siendo yo? Si me trasplantaran el corazón, los riñones o el hígado ¿seguiría siendo yo? ¡Claro! Quien soy es mucho más de lo que se ve en el exterior.
Podríamos decir junto con el apóstol Pablo que no reconocemos a nadie según la carne. Pero tendemos a identificarnos a nosotros mismos y a otros, principalmente por la apariencia física (alto, bajo, flaco, gordo) o por lo que hacemos (plomero, carpintero, enfermera, ingeniero) Además cuando nos piden identificarnos en relación con nuestra fe, generalmente hablamos de nuestra posición doctrinal (protestante, evangélico, calvinista, carismático) o nuestra denominación preferida (bautista, presbiteriana, metodista, independiente) o nuestro rol en la iglesia (maestro de escuela dominical, miembro de la alabanza, diácono)
¿Pero, quien eres está determinado por lo que haces, o lo que haces está determinado por quién eres? Esa es una pregunta importante, especialmente porque se relaciona con la madurez cristiana. Yo creo con todo mi corazón que tu esperanza de crecimiento, significado y realización como cristiano se basa en entender quién eres, específicamente tu identidad en Cristo como hijo de Dios. Tu entendimiento de quién eres en Cristo determina grandemente cómo vives tu vida.
Por Neil Anderson
ORACIÓN
Señor Jesús, sé que estoy completo en ti, no permitas que retroceda a los atributos carnales hoy en un intento de impresionar a otros o a Ti, amén.
