Juan 19:40 Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, como acostumbran los judíos sepultar a sus muertos.
José y Nicodemo van a sacar el cuerpo de Jesús de la cruz para enterrarlo. Jesús está permitiendo que, quienes lo aman, lo cuiden. En ese momento no puede hacer nada por sí mismo, ni siquiera proteger su propio cuerpo de ser arrojado como basura en una fosa común en algún lugar. Pero su pueblo sí puede hacer algo, y lo hace.
José de Arimatea es un hombre rico, miembro del mismo consejo que condenó a muerte a Jesús, aunque él no estuvo de acuerdo con esa decisión. Mateo nos dice que José era un discípulo de Jesús. Y ahora que todo parece haber terminado en desastre, José se arma de valor y va a pedirle a Pilato el cuerpo de su maestro para enterrarlo. Parece que no le importa lo que pueda pasar cuando los otros miembros del consejo descubran lo que ha hecho.
Le ayuda Nicodemo, otro líder respetado, fariseo, gobernante y maestro entre los judíos, quien trae una mezcla de mirra y áloes para ungir el cuerpo de Jesús. Lo más probable es que ninguno de ellos hubiera estado involucrado antes en un entierro: siempre eran las mujeres quienes preparaban los cuerpos para el funeral. Además, era la víspera del sábado de la Pascua por lo cual, como líderes religiosos que eran, no deberían haber estado tocando un cadáver.
Pero a ellos no les importó. Amaban a Jesús, y Jesús les permitió mostrar ese amor de una de las maneras más íntimas y humildes. José y Nicodemo representan a todos los que estamos agradecidos por el tremendo amor que Jesús nos mostró con su sufrimiento y muerte. Por un corto tiempo tenemos el privilegio de amar a Dios amando a nuestro prójimo hasta que pronto, muy pronto, disfrutemos de la vida eterna junto a él.
ORACIÓN: Querido Señor, gracias por dar a tu pueblo la oportunidad de amarte amando a los demás. Amén.
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN:
¿Cómo demuestras amor a otra persona a través de tus acciones?
¿En qué sentido el dejarte amar es, en sí mismo, una manera de amar?