Rom 1:23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
Yoli se inclinó hacia adelante para no perderse ni una palabra de lo que contaba la misionera que tenía una vida entera de aventuras testificando de Jesús en países lejanos. Yoli se agarró la cabeza cuando la misionera contaba que había caminado por selvas tropicales llenas de víboras y arañas. Gritó horrorizada cuando la misionera admitió que le había gustado comer huevos de pescado y de calamar. Pero Yoli se quedó totalmente pasmada cuando la misionera comentó que las personas con quienes había trabajado adoraban ídolos, inclinándose y orando a estatuas que creían que eran dioses. Eso era lo más extraño que Yoli jamás había oído.
Como cristianos, sabemos que sólo Dios merece nuestra adoración. Después de todo, Dios nos recibe como parte de su familia. Nos invita a vivir como sus hijos. Nadie nos ama como él. Porque conocemos al único Dios verdadero, no nos inclinamos ante estatuas de personas, o pájaros, o animales, o víboras, que supuestamente son dioses.
Pero aun así, a veces nuestra adoración es un poco confusa. Por eso, dialoguen sobre: ¿Que significa “adorar”?
Adorar significa declarar el valor de algo. Algo tiene valor cuando vale mucho. Demostramos que algo es de valor para nosotros cuando ese “algo” acapara nuestros pensamientos y nuestro tiempo, y afecta las decisiones que tomamos. Adoramos a Dios cuando nuestra vida está llena de los pensamientos y las palabras que él quiere que tengamos, y las acciones que él quiere que realicemos. Esto sucede durante toda la semana, pero lo enfocamos de una manera especial cuando vamos al culto.
Aunque sabemos que sólo Dios merece nuestra adoración, puede haber otras cosas en nuestra vida a las que nos “inclinamos”. Podemos, por ejemplo, dejar que los juegos de la computadora o mirar televisión hagan a un lado nuestros momentos especiales con Dios: las oportunidades de orar, leer la Biblia, servirle y cantarle alabanzas.
Amamos nuestros deportes, nuestros hobbies, nuestra música y nuestros demás intereses. Pero si dejamos que una actividad domine nuestros pensamientos y energías, somos culpables de adorar un ídolo. Eso es tan malo como inclinarnos ante una estatua hecha de madera o piedra.
Podemos tener sólo una prioridad absoluta en nuestra vida, una sola persona que merece nuestra adoración. Dios nos da todo tipo de actividades para disfrutar. ¡Pero sólo Dios puede ser Rey!
Por Josh McDowell