Juan 20:14 Tan pronto dijo esto, María se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí; pero no se dio cuenta de que era Jesús.
Era un día que María nunca olvidaría. Ni ella, ni las otras mujeres que habían ido a la tumba de Jesús para terminar de arreglar su cuerpo para el entierro. Estaban preocupadas por la gran piedra que cubría la entrada. ¿Quién la iba a quitar? Pero cuando llegaron ya no estaba ahí y el cuerpo de Jesús había desaparecido.
Parece que María perdió la cabeza y se alejó corriendo, ¡olvidando totalmente el mensaje de los ángeles de que Jesús había resucitado! Con miedo y pena corrió a decirles a los discípulos, y luego regresó a la tumba vacía donde encontró primero a los dos ángeles y luego al Señor mismo. ¡Pero no reconoció a ninguno de ellos! No esperaba ni a los ángeles ni a Jesús, y sin duda las lágrimas le velaban la vista. ¡Qué gozosa sorpresa habrá sido cuando Jesús la llamó!
María no es la única que esperaba dolor y encontró alegría. Todos somos pecadores; todos hacemos mal y todos esperamos el juicio de Dios, pues el mal y el castigo van juntos. Qué maravilloso, y a la vez sorprendente, es que Dios nos diga en cambio: "¡Tus pecados son perdonados gracias a Jesús!"
Pero eso no es todo. A menos que Jesús regrese antes, todos enfrentaremos la muerte, un momento de separación, dolor, pena y miedo. Estos sentimientos son naturales, pues la muerte es nuestro enemigo. Pero para quienes confiamos en Jesús, la muerte es un enemigo conquistado. Gracias a que Jesús ha resucitado de entre los muertos, nosotros también vamos a resucitar, en cuerpo y alma, y viviremos eternamente con nuestro Señor. Al igual que con María, nuestro miedo y pena se convertirán en alegría.
ORACIÓN: Gracias, Padre, por darnos la alegría de la resurrección de tu hijo Jesús. Amén.
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN:
¿De qué maneras te ha sorprendido Dios?
¿Qué significa para ti la resurrección de Jesús?