Daniel 3:13-15 entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abednego. Al instante fueron traídos estos varones delante del rey. Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abednego que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado? Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta y del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo, ¿y qué dios será aquél que os libre de mis manos?
Dios humilla al orgulloso y da gracia al humilde
Cuando el Rey Nabucodonosor les preguntó a Sadrac, Mesac y Abednego “¿qué dios será aquél que os libre de mis manos?” mostró hasta dónde puede una persona ser cegada por el orgullo pecaminoso y la arrogancia. Es pura locura enfrentar el poder de Dios, y eso es precisamente lo que hizo.
La actitud de Nabucodonosor refleja eso de Satanás mismo, quien se jactó de que ascendería al cielo y se haría semejante al Altísimo (Isa 14:13-14) Dios es rápido al corregir esas necedades. Más tarde en su vida Nabucodonosor aprendió que “abominación al Señor es todo altivo de corazón; ciertamente no quedará sin castigo” (Prov 16:5) Después de ser castigado severamente por Dios, el rey recobró el sentido y proclamó “ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas y sus caminos justos, y él puede humillar a los que andan con soberbia” (Dan 4:37)
Aunque la gente no sea tan abiertamente desafiante como lo fue Nabucodonosor, todos los que voluntariamente desobedecen la Palabra de Dios están siguiendo su ejemplo al exaltar su propia voluntad sobre de la de Dios y desafían Su autoridad en sus vidas.
Por John MacArthur
ORACIÓN
Señor, ayúdame a mantenerme con un corazón humilde y perdona todo orgullo por sutil que sea que se haya albergado en mi corazón, en el nombre de Jesús, amén.