Mateo 28:2 De pronto, hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo, removió la piedra, y se sentó sobre ella.
¿Alguna vez has notado cuánto hacen los ángeles el día de la resurrección de Jesús? Un ángel desciende del cielo, rueda la piedra y se sienta en ella. Sólo entonces habla con las mujeres. Más tarde, María mira hacia la tumba y ve dos ángeles, uno sentado en el lugar donde solía estar la cabeza de Jesús, y el otro donde estaban sus pies (Juan 20:12). Una vez más están sentados, aparentemente sin prisa por ir a ningún lado o hacer algo.
Cuando entro a una habitación y me siento, es porque no voy a ir a ninguna parte ni tengo prisa por hacer algo. ¿Será que los ángeles se sintieron de la misma manera? Habían estado observando desde detrás del escenario mientras Jesús era arrestado, torturado, crucificado y luego moría. Habían visto a sus amigos bajarlo de la cruz y colocarlo en la tumba. Habían vivido el momento glorioso cuando volvió a la vida, rompiendo el poder de la muerte sobre la humanidad para siempre.
Pero ahora que todo había pasado, a los ángeles sólo les quedaba entregar un mensaje: “¡No está aquí porque ha resucitado!” Ahora les tocaba a los seguidores de Jesús ir corriendo a difundir la Buena Nueva a todo el mundo. Los ángeles podían quedarse sentados.
Ese don de paz y alegría es algo que Dios nos da también a nosotros. Es cierto que todavía corremos. Corremos para ayudar a las personas necesitadas, para enfrentar emergencias y crisis y los problemas de todos los días. Llevamos las Buenas Nuevas a las personas que amamos, familiares, amigos y vecinos por igual. Pero también hay momentos en los que podemos sentarnos y regocijarnos porque, gracias a que Jesús resucitó, el mal fue vencido y la victoria de Dios es segura.
LA ORACIÓN: ¡Gracias, Señor, por la oportunidad de descansar y regocijarnos en las maravillas que has hecho! Amén.
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN:
¿Qué haces cuándo sientes que estás corriendo demasiado?
¿De qué manera la resurrección de Jesús te da descanso?