Filipenses 2:9-11 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
El Jesús que es Salvador no puede ser separado del Jesús que es Señor.
Las Escrituras nunca hablan de ningún ser humano que hiciera a Jesús Señor. Es Dios quien le hizo Señor (Hch 2:36) Pero en ocasiones leemos declaraciones como la que sigue: “es imprescindible confiar en Cristo como Salvador personal y ser nacido de nuevo. Pero esa sólo es la primera decisión. Confiar en Cristo como Salvador y luego hacerle Señor son dos decisiones separadas y distintas, las dos decisiones pueden ser cercanas o distantes en tiempo. La salvación debe siempre preceder al señorío, pero es posible ser salvo sin hacer a Cristo Señor de tu vida”
En realidad es como decir que Cristo no es Señor a menos que nosotros le demos permiso, una afirmación anti bíblica. Para ser salvo debes confesar a Jesús como Señor.
Jesús es llamado Señor en todo el Nuevo Testamento. Para omitir el señorío de Cristo en invitaciones a la salvación resultaría en la eliminación de numerosos pasajes de la Escritura. El sermón de Pedro en Hechos 2: “y todo aquél que invocare el nombre del Señor será salvo” (Hch 2:21), tendría que ser modificado. El método de Pablo y Silas de presentar el evangelio: “cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hch 16:31) tendría que ser corregido.
La centralidad del señorío de Cristo es clara en el evangelio del Nuevo Testamento. El Jesús que es Salvador no puede ser separado del Jesús que es Señor. Dios no puede ser separado de Su autoridad, dominio, gobierno, y derecho de comando. Cuando reconocemos que Jesús es Dios, queremos decir que Él es todo lo que Dios es.
Por John MacArthur
