Cristina* es una norcoreana que relata la realidad de la prisión en el país número uno de la lista Mundial de persecución a cristianos.
En la soledad, sólo podía orar y cantar de corazón, nunca en voz alta, todo en silencio. Es así como una cristiana de Corea del Norte describe su primer impacto al llegar a un centro de detención.
Un día, cuando caminaba por una calle en China, un carro se paró cerca de mí, me agarraron y colocaron dentro de un automóvil. Por primera vez percibí que mi vida había terminado. Después de unas semanas, fui enviada a las autoridades norcoreanas. Ellos me llevaron al centro de detención.
En la prisión, mis ropas fueron rasgadas, raparon mi cabello y me llevaron a una celda. Cada día a las 08.00 de la mañana, me llamaban para interrogarme. Cuando me levantaba de la cama, no podía mirar a los guardias, tenía que poner las manos atrás y seguirlos hasta la sala de interrogación.
Por una hora, me hacían las mismas preguntas: ¿Vas a alguna la iglesia? ¿Tienes Biblia? ¿Es cristiana? A pesar de amar a Jesús, yo negaba todo, pues si admitía que era cristiana, me matarían.
El descubrimiento de la fe
Me golpeaban todos los días. Lo que más dolía eran los golpes en el oído, hacían que me quede con un zumbido en el oído por horas, a veces días. Al final del día, volvía a la celda, caliente durante el día y fría durante la noche; y era tan pequeña que apenas podía acostarme.
Yo estaba en una fría soledad. Cuando emigre a China a causa del hambre en Corea del Norte, conocí a otros cristianos, ahí conocí a Dios. Una noche soñé con mi abuelo. Lo vi sentado con otros hombres, con una Biblia en el medio y todos orando. En el sueño, gritaba “¡yo también soy cristiano!”.
En la soledad, podía oír las voces de otros prisioneros. Todo lo que podía hacer era orar y cantar en mi corazón, nunca en voz alta, todo en silencio. Un año se pasó y solo pensaba en morir para estar al lado de mi creador.
Algún día me llamaran y ya no estaré. Ellos podrán matar mi cuerpo, más no mi alma.
Al cabo de un tiempo, Cristina salió en libertad. Ella jamás olvidará lo que pasó y cuánto tuvo que sufrir a causa de su fe. Hoy, elevemos un clamor por los cristianos perseguidos.
(*) Nombre modificado por seguridad
(*) Imágenes referenciales
(*) Puertas Abiertas