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Justino Mártir nació hacia el año 100 d.C. en la ciudad romana de Flavia Neapolis. Criado por padres paganos, buscó encontrar el sentido de la vida en las filosofías de su tiempo. Su primer maestro fue un estoico. Le siguió un peripatético (filósofo itinerante). Luego vino un pitagórico. Finalmente, se unió al platonismo; pero todo esto le resultó insatisfactorio.
Por fin, hacia el 130 d.C., después de una conversación con un anciano, su vida se transformó: "De repente se encendió un fuego en mi alma. Me enamoré de los profetas y de estos hombres que habían amado a Cristo; reflexioné sobre todas sus palabras y descubrí que solo esta filosofía era verdadera". Justino trabajó fuertemente para reconciliar fe y razón. Su ministerio de enseñanza lo llevó primero a Éfeso en el 132 d.C, donde tuvo una disputa con un judío llamado Trifón sobre la verdadera interpretación de las Escrituras.
Más tarde, Justino se mudó a Roma, fundó una escuela cristiana y escribió dos audaces apologías. En estos escritos, Justino intentó mostrar que la fe cristiana por sí sola era verdaderamente racional. Enseñó que el Logos (Palabra) se encarnó para enseñar la verdad a la humanidad y para redimir a las personas.
Pero Justino y sus discípulos fueron arrestados por su fe. Cuando el prefecto los amenazó con la muerte, Justino dijo: "Si somos castigados por nuestro Señor Jesucristo, seremos salvos". Finalmente fueron decapitados hacia el año 162 d.C. Desde que dio su vida por la fe en Cristo, Justino ha sido apodado Mártir.