Rom 7:24-25 ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
Sin llegar a ser innecesariamente académico, quiero definir un término que he mencionado. ¿Qué quiero decir cuando digo que el cristiano tiene libertad? Esencialmente la libertad es libertad de algo y libertad para hacer algo. Hoy nos centraremos en “de qué” me da libertad la libertad.
Libertad de la esclavitud o servidumbre. Inicialmente es libertad del poder del pecado y la culpa. Libertad de la ira de Dios. Libertad de la autoridad satánica y demoniaca. E igualmente importante, es la libertad de la vergüenza que fácilmente podría atarme al igual que libertad de la tiranía de las opiniones, obligaciones y expectativas de los demás.
Hubo un tiempo en mi vida sin Cristo cuando no tenía la libertad de los impulsos dentro de mí. Yo estaba a merced de mi señor Satanás y el pecado era mi estilo de vida. Cuando los impulsos crecían dentro de mí, no tenía nada que me sostuviera o refrenara. Fue una horrible esclavitud.
Por ejemplo, en mi vida personal, me dejaba llevar por los celos por muchos años miserables. Fue consumidor. Yo le servía no diferente de cómo sirve un esclavo a su maestro. Entonces llegó un día cuando desperté espiritualmente a la encantadora gracia de Dios y le permití tomar completamente el control y casi antes de que me diera cuenta, los celos murieron. Y por primera vez sentí, quizá en toda mi vida, el amor verdadero, gozo, romance, espontaneidad, la creatividad fluía provocada por la gracia de una esposa fiel que me amaría sin importar nada, que estaba comprometida conmigo en fidelidad por toda su vida. Ese amor y ese compromiso me motivaron a amar más y más libremente que nunca. Ya no amaba por miedo a perderla, sino que la amaba por el gozo y la bendición de ser amado incondicionalmente y sin restricciones.
Ahora que Cristo ha venido a mi vida y he despertado a Su gracia, Él ha provisto libertad de ese tipo de esclavitud al pecado. Y junto con eso viene la libertad que trae valentía, casi una sensación de invencibilidad en la presencia de la adversidad. Este poder, ten en mente, es debido a Cristo que vive en mí.
Además, Él ha traído también una libertad gloriosa de la maldición de la Ley. Con ello quiero decir libertad de sus demandas constantes de “hacer” para poder agradar a Dios y a otros. Es una libertad del temor a la condenación de Dios al igual de una conciencia acusadora. Libertad de las demandas de otras personas, de todas las demandas del público en general.
Tal libertad es motivada (motivada por el amor incondicional) Cuando la gracia de Cristo despierta totalmente en tu vida, te das cuenta de que ya no haces las cosas debido al temor o vergüenza o culpabilidad, lo haces por amor. La terrible tiranía de hacer cosas para agradar a alguien se acabó… para siempre.
Por Charles Swindoll