Rom 7:24-25 ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
Sin llegar a ser innecesariamente académico, quiero definir un término que he mencionado. ¿Qué quiero decir cuando digo que el cristiano tiene libertad? Esencialmente la libertad es libertad de algo y libertad para hacer algo. Hoy nos centraremos en lo que la libertad me da libertad de hacer.
La gracia trae libertad de hacer algo más, una libertad de disfrutar los derechos y privilegios de ya no estar bajo esclavitud y de permitirles a otros esa misma libertad. Es libertad de experimentar y disfrutar un nuevo tipo de poder que sólo Cristo nos da. Es una libertad de ser todo lo que ÉL quiere que yo sea, sin importar cómo Él guía a otros. Yo puedo ser “yo” libre y pleno. Es una libertad de conocerle a Él de una forma independiente y personal. Y esa libertad es soltada a otros para que ellos puedan ser lo que deben ser, “diferentes a mí”
Verás, Dios no está haciendo cristianos como galletitas en serie por todo el mundo para que todos pensemos igual, nos veamos igual, sonemos igual y actuemos igual. El cuerpo tiene variedad. Nosotros no estamos destinados a tener el mismo temperamento y a usar el mismo vocabulario y a usar la misma sonrisa enmelada y vestirnos igual y tener el mismo ministerio. Lo digo nuevamente: a Dios le gusta la variedad. Esta libertad de ser quienes somos es magnífica. Es libertad de tomar decisiones, libertad de conocer Su voluntad, libertad para caminar en ella, libertad para obedecer Su dirección en mi vida y en la tuya. Una vez que pruebas tal libertad, nada más te satisface.
Quizá deba enfatizar que es una libertad por la que debes pelear ¿Por qué? Porque el cristianismo está lleno de aquellos que comparan y les gusta manipular y controlar para que otros sean igual de miserables como lo son ellos. Después de todo, si están determinados a ser estrechos, sombríos, opacos y apáticos esperan que tú seas así también. “A la miseria le gusta la compañía” es el lema tácito de los legalistas, aunque nunca lo admitan.
Por Charles Swindoll