Rom 12:10 amaos los unos a los otros con amor fraternal, en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.
Un pastor me vino a ver un día y me preguntó:
Aceptó que quizá fue esto último, y es verdad porque no hay perdedores en el reino de Dios, ninguno. ¿Cómo puedes llamarle perdedor a un hijo de Dios? Así como es importante para ti el creer en tu verdadera identidad como hijo de Dios, es igual de importante que percibas a otros cristianos por quienes son y los trates de acuerdo a eso.
Yo creo que la gran determinante de cómo tratamos a las personas es cómo las percibimos. Si vemos a la gente como perdedores, comenzaremos a creer que son perdedores. Y si creemos que son perdedores, los trataremos como perdedores y ellos reflejarán ese comportamiento y actuarán como perdedores. Pero si percibimos a nuestros hermanos y hermanas en Cristo como redimidos, justos, santos, entonces los trataremos como santos y serán grandemente ayudados a comportarse como santos.
Cuando Pablo guió a Onésimo, un esclavo fugitivo, a Cristo, lo envió de vuelta a su amo y le dijo a Filemón que lo aceptara como a un amado hermano (Filem 1:16) Necesitamos percibir y tratar a todos los creyentes, sin importar su estatus socioeconómico, como hermanos amados. Pedro instruyó a los esposos a que trataran a sus esposas como coherederas de la gracia de vida (1 Ped 3:7) Tu cónyuge, sin importar sus faltas, es tu igual espiritual y debes tratarle como tal.
El Nuevo Testamento claramente declara que somos santos que pecan. Cualquier hijo de Dios, quien dice que no tiene pecado, es un mentiroso (1 Juan 1:8) Pero no debemos enfocarnos en los pecados de otros. En lugar de ello hemos sido llamados a percibir la naturaleza de Cristo en cada uno, creer en que somos santos y edificarnos unos a otros.
Por Neil Anderson
ORACIÓN
Gracias Señor porque el amor cubre multitud de pecados. Ayúdame a amar y a aceptar a otros hoy en lugar de criticarlos, en el nombre de Jesús, amén.