Jesús dijo eso. Tenía sed después de haber tenido una larga caminata en el rayo del sol. Cerca del mediodía, llegó a un pozo en un poblado llamado Sicar. El pozo de Jacob estaba localizado en ese lugar. Cansado y acalorado, Jesús se sentó cerca del pozo. Pronto una mujer se acercó al mismo pozo. Al ver que ella estaba sacando agua, le pidió que le diera de beber, esto sucedió en un lugar llamado Samaria, una región donde los judíos rara vez iban. Ella se sorprendió incluso de que le hablara. Esto condujo a un diálogo que fue tan significativo que Juan lo grabó en el cuarto evangelio, el que lleva su nombre (Juan 4:1-30)
Tómate el tiempo para leer esta historia lenta y cuidadosamente. Imagínalos, presta atención a tres cosas:
Finalmente toma el tiempo de contestar estas preguntas:
¿Qué quiso decir Jesús cuando le dijo a la mujer “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás”?
¿Cuáles son las diferencias entre el tipo de agua que bebemos y el tipo de agua que Jesús nos da?
Tan esencial como es el agua para nuestro bienestar, no satisface nuestra sed permanentemente. Siempre querremos y necesitaremos más, mucha más. Pero el agua que ofrece Jesús no sólo trae satisfacción momentánea, trae satisfacción para siempre.
Quizá sea tiempo de que le digas a Jesús lo que Él le dijo a la mujer: “dame de beber”
Por Charles Swindoll