Efe 4:1-2 yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor.
Debemos andar como Cristo anduvo. Nuestra falta de conformidad con Su estándar debería hacernos humildes.
¿Cuál ha sido tu experiencia más humillante? La vida está llena de momentos embarazosos, pero la experiencia más humillante que he tenido es predicar el evangelio de Juan. Por dos años, ochenta y ocho sermones, unas cien horas de predicación y de dos a tres mil horas de estudio, constantemente enfrenté la deidad de Jesucristo. Vivir con la deidad de Cristo día tras día y compararte continuamente a Él es una de las cosas más sanas y más humillantes que puedes hacer.
Eso nos lleva a otro paso hacia la humildad: la conciencia de Cristo. Cuando nos comparamos con nosotros mismos nos enorgullecemos, pero “el que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn 2:6) Cuando digas “estoy feliz de anunciarles que ahora camino como Jesús lo hizo” entonces tendrás el derecho de estar orgulloso. Pero nadie te creerá.
Jesús fue el hombre perfecto. No tuvo pecado. Contestó siempre correctamente y tuvo la actitud perfecta ante cada situación. Supo exactamente cómo ayudar a todos los que necesitaban ayuda. Leyendo los Evangelios, vemos vez tras vez cómo Cristo manejó todo perfectamente.
Incluso viendo su humanidad, nos damos cuenta de qué pequeños somos. Pero cuando vemos Su deidad nos sentimos aún más pequeños. Él lo creó todo (Col 1:16) convirtió el agua en vino, calmó tormentas, echó fuera demonios, sanó a un sinnúmero de personas y resucitó muertos. Después de su crucifixión, se levantó de los muertos y se sentó a la diestra del Padre (Efe 1:19-20). Algún día regresará, llevará a su pueblo a casa y finalmente destruirá todo mal.
A pesar de la perfecta deidad de Jesús y su perfecta humanidad, Él vino a servir (Marcos 10:45) ¿Cómo podríamos estar orgullosos si Jesús se humilló a sí mismo? ¿Qué cosa justa hemos hecho que se pueda comparar a Su vida perfecta?
Por John MacArthur