Juan 15:5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos, el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.
Una cualidad para demostrar autoridad sobre gobernadores y autoridades en el mundo espiritual es la dependencia. Una vida llena del Espíritu es dependiente de Dios Padre. Aún Jesús y el Espíritu Santo han mostrado esta dependencia. Jesús dijo: “no puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30), “ahora han conocido que todas las cosas que me has dado proceden de ti” (Juan 17:7) “pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:13)
La autoridad espiritual no es una autoridad independiente. No podemos combatir en nuestra propia iniciativa como un tipo de caza-fantasmas evangélicos para cazar al diablo y combatir en su contra. El llamado principal de Dios es para que cada uno de nosotros nos enfoquemos en el ministerio del reino, amando, cuidando, predicando, enseñando, orando, etc.
Sin embargo, cuando los poderes demoniacos nos enfrentan en el curso de perseguir este ministerio, tratamos con ellos en la base de nuestra autoridad en Cristo y nuestra dependencia en Él. Y luego seguimos con nuestra tarea principal.
Tampoco es la autoridad espiritual de un creyente una autoridad que se deba ejercer sobre otros creyentes. Debemos ser “sujetos unos a otros en el temor de Cristo” (Efe 5:21) Hay una autoridad establecida por Dios en la tierra que gobierna las estructuras sociales de gobierno, trabajo, hogar e iglesia (Rom 13:1-7) Es de suma importancia que nos sometamos a estas autoridades gubernamentales a menos de que éstas operen fuera de sus límites de gobierno y nos ordenen que hagamos algo en contra de la voluntad de Dios o nos restrinjan de hacer lo que Dios ha mandado. En ese caso obedecemos primero a Dios antes que a los hombres.
Por Neil Anderson
ORACIÓN
Señor es un gran alivio saber que podemos depender de Ti, Tú eres la Roca, el Todopoderoso que no cambia, lleno de gloria, te alabo, en el nombre de mi Señor Jesús, amén.