“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jer 2:13)
Los sustitutos baratos nunca son mejores a lo original. Generalmente pasa algo malo cuando tratamos de sustituir algo genuino con lo artificial. Este principio es verdadero cuando se trata de nuestra salud y especialmente con lo que bebemos. Nada sacia nuestra sed como el agua. Nada es mejor para nosotros que el agua, agua limpia y clara. Siempre será mejor que cualquier sustituto. Aunque sabemos que esto es cierto es fácil recurrir a bebidas artificiales y tratar de convencernos de que son tan buenas como el agua. Aunque sabemos la realidad.
Lo que es verdadero en nuestra vida física, es igualmente verdadero en el mundo espiritual. Por siglos, la gente ha acudido a dioses sustitutos pensando que son igual de satisfactorios que el Dios viviente. ¡Qué equivocados!
Un profeta llamado Jeremías vivió en una cultura muy parecida a la nuestra, donde este tipo de vida era común. Quebrantado de corazón por la idolatría, él entregaba el mensaje de Dios en palabras claras. (Jer 2:13)
Piensa en los siguientes minutos acerca de las “cisternas rotas” en tu propia vida, las cosas a las que les dedicas mucho tiempo y atención en lugar de beber “de la fuente de agua viva” Sé honesto. Al identificarlo en tu mente, ponlo en manos de Dios. Reconoce lo que son: sustitutos baratos que no pueden satisfacer. Aún peor, han tomado el lugar de una relación genuina y profunda con el Dios viviente.
Ven hoy al Único que puede verdaderamente satisfacer la sed de tu alma.
¿Qué tiende a tomar el lugar de una relación profunda con Dios en tu vida?
Por Charles Swindoll