1 Cor 4:6…no sea que por causa de uno os envanezcáis unos contra otros.
La humildad genuina entre los cristianos no deja lugar para el partidismo arrogante.
La iglesia de Corinto fue un ejemplo notorio del pecado de partidismo entre los creyentes. Su partidismo: unos miembros reclamaban lealtad a Pablo, otros a Apolos y otros a Cefas (Pedro), era causado esencialmente por el orgullo. Pablo como autor de 1 Corintios enérgicamente se opuso a tal orgullo de divisiones, como Apolos y Pedro lo hubieran hecho.
Los creyentes de Corinto tenían razón para estar agradecidos a Dios por haberles enviado tales líderes de calidad. Y tenían razón para aquellos en Corinto que respetaran y honraran a tales líderes espirituales. La Escritura dice: “os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros y os presiden en el Señor y os amonestan” (1 Tes 5:12) Sin embargo los corintios fueron más allá de la Palabra del Señor y exaltaron a los líderes por orgullo de sí mismos, los seguidores, creando así sectas partidistas.
Tal espíritu partidista, aún en nombre de líderes piadosos, siempre lleva a la hostilidad hacia otros siervos fieles de Dios. Y la motivación detrás de todo esto es orgullo, que es esencialmente tener una perspectiva inflada (arrogante) de ti mismo, uno que dice “yo voto por mí” Cuando el orgullo gobierna las operaciones de cualquier iglesia, la humildad es olvidada y la comunión y armonía son echadas fuera inevitablemente.
Puedes ayudar a prevenir o a contrarrestar el partidismo simplemente al considerar que todos los beneficios diarios que damos por sentados como la comida, el techo, la ropa, el trabajo, la familia, son tuyos debido a la providencia de Dios. Y si eres un cristiano, tienes vida eterna, la Palabra de Dios, dones espirituales y muchas otras bendiciones que son por gracia. El apóstol Santiago nos recuerda “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces” (Sant 1:17)
Así que vemos que Dios nos da motivos para ser humildes y no dejar lugar para el orgullo y el partidismo. Si tienes un buen pastor y buenos ancianos y buenos diáconos, humildemente agradece a Dios por ellos. Tú y tus líderes son todos mayordomos de Dios, a los cuales se les ha confiado esa mayordomía por un corto tiempo para que le sirvan a Él con Sus recursos.
Por John MacArthur